El Fútbol Club Barcelona es un club que hace trampas. Las hace a menudo. De manera sistemática, con premeditación y alevosía. Las hace además con desvergüenza. La misma con la que Laporta proclama a los cuatro vientos que “no pueden ganarnos en el campo y actúan fuera de él”. El presidente más dañino en la historia del club (tras conseguir empeorar la gestión de Bartomeu va camino de arruinarlo de manera definitiva) sabe que a los socios azulgranas puede engañarles porque sñarles porque se dejan. Le compran ese victimismo de cartón piedra y les da igual que el club siga hipotecándose cada día más mientras el equipo gane. Allá ellos.
Otra cosa bien distinta y bastante más grave es que para ganar alinee a futbolistas inscritos de manera fraudulenta como Dani Olmo y Pau Víctor, recurriendo a artificios contables y artimañas chuscas. Tan chuscas que han necesitado contratar a tres empresas auditoras diferentes en los tres últimos meses (Grand Thornton, Crowe y una tercera de la que ni siquiera quieren decirnos el nombre) para intentar que alguna le validara el penúltimo pufo, el de los supuestos 100 millones que iba a ingresar por la venta de unos palcos VIP que se han quedado en 58, y que además debían contabilizarse durante 20 años que dura ese contrato de los palcos, no todo de golpe ahora como pretendía. Porque, a diferencia de los socios, las auditoras piensan antes en su propia reputación que en que el Barça gane la Liga. Así que esta trampa no ha colado. La que sí coló fue valorar Barça Studios (que en realidad es humo) en 400 millones en el verano de 2022 y con semejante chanchullo inscribieron a Lewandowski, a Rapinha, a Koundé y a Christensen. El dinero de aquella palanca, que no fue una palanca sino un burdo engaño, nunca apareció pero ahí siguen inscritos los cuatro jugadores y nadie sabe nada sobre posibles sanciones por esas irregularidades. La duda es sí el Barça engañó a LaLiga o LaLiga se dejó engañar por el Barça. Parece lo mismo pero no lo es.
El Fútbol Club Barcelona es un club tramposo. Hay que repetirlo porque corremos el peligro de normalizar lo que está sucediendo, como hacen los principales damnificados, los otros 19 equipos que callan ante las trampas de Laporta. Esta vez ha sido el Gobierno quien ha salido en su auxilio pasando por encima de LaLiga y su control financiero. El CSD argumenta que lo de Olmo y Pau Víctor es un asunto de competencias para la inscripción de jugadores, pero en realidad esto va de un equipo al que hace tiempo se le permite jugar con reglas diferentes a los demás. Y cuando eso ocurre lo que nos queda es una competición adulterada y sin credibilidad. La que le falta al Barça desde hace tiempo.
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