Hay carreras en las que solo se triunfa viviendo en una gran ciudad. Ese pensamiento, muy ligado a profesiones artísticas y marketinianas, es el que llevó a Carla Vera, graduada en Publicidad, a instalarse en Madrid. “Creía que era la única forma (...) así de real y triste. Hoy hace un año que me fui de allí, porque estaba muy equivocada. Triunfar es relativo (...) y jamás depende de un código postal”, publicaba esta semana en LinkedIn en un mensaje de alerta a universitarios recién titulados y en busca de su primera experiencia laboral.
A Carla el canto de sirena no le funcionó. Llegó a la capital, se dejó en vivienda parte de sus ahorros y se fue con lo puesto. “Esto es igual que cuando te venden el sueño americano”, le contestaba otra usuaria, que le explicaba que ella, siendo de Madrid, se sigue sorprendiendo cuando ve que los jóvenes quieren mudarse allí porque creen que hay más oportunidades. “¿Para qué? Si donde estás tienes mejor calidad de vida... pero hasta que no os dais cuenta por vosotros mismos, no nos creéis”, añadía.
En Madrid, la tierra de las oportunidades, hay que encontrar un buen empleo para poder pagar los casi 600 euros mensuales de media que cuesta una habitación —frente a los 300 de Castilla y León, los 265 de Castilla-La Mancha o los 242 de Extremadura, según datos de Fotocasa—.
Si se miran los datos de empleo de 2024, no queda en mal lugar. La tasa de paro juvenil en menores de 25 años cayó 7,5 puntos en Madrid, la tercera autonomía con el mejor dato por detrás de Canarias y La Rioja. Pero los matices importan, y la mayor parte del empleo juvenil que se creó fue en el sector servicios (un 54,4% del total), seguido muy de lejos por el industrial (10,9%).
La “expulsión” natural de los jóvenes de la capital, la reconsideración de la llamada España vacía como una opción apetecible (y por ende, poblaciones de pequeño y mediano tamaño) y movimientos como la quiet ambition —una corriente mencionada por primera vez en 2023 en la revista Fortune por la que los jóvenes ya no se sienten atraídos por la jerarquía laboral y los puestos de mando, sino que prefieren dar prioridad al equilibrio entre la vida personal y el trabajo—, están llevando a muchos de ellos a reivindicar sus lugares de origen como espacios idílicos para desarrollar su carrera. “Aquí una que luchó para trabajar de lo que quería desde su ciudad natal, y ni tan mal, en Écija teletrabajando. Muchos dirán que solo ha sido suerte”, comentaba Luna Pérez en esa misma red social.
Hace unos años, EL PAÍS publicó un artículo en el que contaba que los españoles no saben buscar trabajo. El sistema de mandar currículums a diferentes empresas y esperar a que alguna responda es desde hace tiempo ineficaz. Aun así, los graduados siguen haciendo lo mismo que se hacía hace 20 años. La clave está, según los expertos, en crear una buena red de contactos y a partir de ahí intentar acceder a las empresas que interesan. “La mayoría dedica el 80% de su tiempo a buscar ofertas de empleo y a enviar su currículum y el 20% restante a hacer contactos. Lo que funciona es justamente lo contrario”, apuntaba una experta. El networking se debe entender casi como un trabajo diario, defendía. No hay que ser cenizo y creer que en las grandes capitales solo funciona el amiguismo, pero tampoco confiar en que lo más grande alberga hueco para todos.
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