Paloma Sánchez-Garnica: "En sólo seis meses los alemanes se nazificaron, debemos tener cuidado"


Berlín era en 1945, al terminar la II Guerra Mundial, una ciudad completamente devastada y dividida. El 80% de sus edificios estaba en ruinas y por todas partes se acumulaban montañas de escombros. Los alimentos escaseaban y la mayoría de la gente sobrevivía a duras penas con una raquítica dieta de 700 calorías diarias. Era prácticamente imposible encontrar carbón para calentarse, y eso que el invierno de 1946-47 fue especialmente frío y duro.

La población, compuesta mayoritariamente por mujeres, niños, ancianos y ex soldados, arrastraba cinco años de guerra, de bombardeos, de hambre y de penurias. Y en el tramo final del conflicto, las mujeres se enfrentaron además a una tragedia terrible: la violación en masa de 100.000 de ellas sólo en Berlín (alrededor de un millón en toda Alemania).

¿Cómo hicieron todas esas mujeres para sobrevivir? ¿Cómo reconstruyeron sus vidas en ese Berlín destrozado, dividido por los aliados en cuatro zonas (la soviética, la estadounidense, la británica y la francesa) y donde la población local era permanentemente humillada, señalada y culpabilizada? ¿Cómo se las arreglaron para salir adelante después de todo el horror por el que habían pasado?

Esas son las preguntas que durante meses y meses le rondaron a la escritora Paloma Sánchez-Garnica. La respuesta a ellas es , una trepidante novela (ganadora de la última edición del Premio Planeta) en la que Sánchez-Garnica (licenciada en Geografía e Historia) recrea con pasmosa precisión el Berlín arrasado y sin futuro a través de Victoria, la protagonista que da título al libro, una berlinesa que sobrevive cantando en un club nocturno y que se ve incluso obligada a prostituirse para dar de comer a su hija.

“Parece que los hombres son los héroes porque son los que van a la guerra, los que están en el frente. Pero las mujeres somos capaces de hacer lo que sea para dar comer a los que queremos. La dignidad está muy bien cuando tienes las necesidades de tu familia cubiertas, si no, te metes la dignidad en el bolsillo y haces lo que tengas que hacer, utilizas tu cuerpo para dar de comer a los tuyos, para llevar un abrigo a casa y que tu hija no pase frío”, nos cuenta la propia Sánchez-Garnica mientras recorremos en su compañía algunos de los escenarios en Berlín de su novela: el barrio en el que vivía Victoria en el sector estadounidense de Berlín; la llamada Iglesia de la Memoria (las ruinas de un templo destruido durante la guerra); el edificio que fuera sede de Radio Rias (la radio del sector americano donde Victoria trabajó como periodista); el famoso Tempelhof, el aeropuerto que durante el bloqueo al que los soviéticos sometieron a Berlín entre junio de 1948 y 1949 permitió a la ciudad subsistir. “Llegaron q despegar o aterrizar en ese aeropuerto hasta 1.500 aviones al día cargados con provisiones, uno cada 45 segundos. Los estadounidenses y británicos llegaron a perfeccionar tanto el sistema operativo que solo tardaban siete minutos en sacar el cargamento”, señala Paloma Sánchez-Garnica.

Paloma Sánchez-Garnica en la que fuera sede de la Rias, la radio del sector estadounidense de Berlín donde trabaja la protagonista de su libro. (JAVIER OCAÑA)

Victoria relata, con profusión de detalles y absoluto realismo, cómo era la vida diaria en Berlín al acabar la II Guerra Mundial, las diferencias brutales entre el sector americano en el que vive Victoria y el soviético en el que termina viviendo su hermana Rebecca y su hija Hedy, los controles que se establecieron para poder pasar de un lado al otro, la construcción del muro de Berlín en 1961, los intentos de muchos ciudadanos de la zona soviética (incluida la propia Hedy) para escapar al lado occidental…

La novela recorre un total de 20 años, desde 1945 a 1964. Pero el libro tiene también una parte estadounidense, dado que Victoria se enamora y se acaba casando con Robert Norton, un abogado de Alabama destinado durante un tiempo en Berlín como agente de la CIA. De la mano de esa trama, Sánchez-Garnica nos adentra en las leyes segregacionistas de Estados Unidos (en las que se baso Hitler para hacer sus leyes antisemitas), en la violencia del Ku Klux Klan y en la aberración (absolutamente real) por la cual un hospital utilizó como cobayas humanas a hombres negros enfermos de sífilis: hizo creerles que les estaba dando tratamiento cuando en realidad se limitaba a observarles para estudiar los efectos de dicha enfermedad. Y en Victoria también está la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy contra todo aquel sospechoso de apoyar el comunismo.

El libro tiene una acción trepidante, historias de amor y plantea numerosos dilemas morales. ¿Es mejor vengarse o confiar en la ley? ¿Es preferible traicionar tus principios por salvar a la persona que quieres o mantenerse firme en ellos? ¿Hay que ceder a un chantaje cuando lo que está en juego es la vida de un hijo?

Son dilemas que persiguen a los seres humanos en todas las culturas y desde que el mundo es mundo. “Claro, porque todos tenemos los mismos sentimientos universales, todos buscamos que nos quieran y buscamos ser amados, todos tenemos miedo a ser traicionados, todos envidiamos y somos leales, todos tenemos momentos de heroicidad y momentos miserables. Los sentimientos son siempre los mismos, lo que nos condiciona para actuar de un modo u otro es los está a nuestro alrededor: las leyes, las costumbres, los principios morales, los prejuicios que tenemos. Los prejuicios cambian, se transforman, evolucionan. A nosotros ahora nos parecen muy mal los prejuicios de hace 50 años, pero también en la actualidad tenemos prejuicios, solo que no somos conscientes de ellos”, asegura Paloma Sánchez-Garnica.

'Victoria', la novela ambientada en el Berlín porterior a la II Guerra Mundial que le ha valido a Paloma Sánchez-Garnica el premio Planeta. (JAVIER OCAÑA)

Dice la autora de Victoria que para ella escribir supone tratar de entender lo que somos como seres humanos. “Mirar al pasado nos permite entender de dónde venimos y darnos cuenta de que seguramente tenemos muchos más prejuicios de los que en el momento pensamos tener. Cuando estaba escribiendo Últimos días en Berlín (libro que fue finalista en 2021 del Premio Planeta y que, junto con Victoria y La sospecha de Sofía completa su trilogía sobre el nazismo) entendí que la sociedad alemana no era especialmente antisemita en 1933: Los alemanes arios convivían con los alemanes judíos sin problema, había matrimonios mixtos… Y en apenas seis meses, todo eso se fue retorciendo y dio paso a una violencia que al principio era muy sutil y luego brutal y organizada. En cuestión de muy poco tiempo, esos alemanes arios empezaron a normalizar esa violencia, a nazificarse y a asumir que los judíos se merecían ese trato porque les estaban quitando los puestos de trabajo y adueñándose del comercio, se dejaron llevar por el veneno y la onda expansiva de los prejuicios. La historia nos enseña que es muy fácil dejarse llevar por los prejuicios, hay que tener cuidado”.

Le preguntamos si cree que es posible que la historia se repita de alguna manera, visto el ascenso que en muchos países registra desde hace años la extrema derecha. Paloma Sánchez-Garnica, tras una densa pausa, confiesa sentirse preocupada por la deriva de muchos de los actuales líderes mundiales y asegura que resulta muy difícil etiquetarlos. “Trump, Putin o Xi Jinping son personas con muchísimo poder y en muchos casos, como Trump, imprevisibles. Creo que es peligroso etiquetarles de una manera o de otra porque podemos caer en el error de pensar que unos son buenos y otros malos, cuando son todos perjudiciales para el orden mundial”, afirma. “Hay que mirar al pasado y aprender del pasado, porque es verdad que da un poco de miedo. Pero yo soy humanista, tengo esperanza en el ser humano”.

Hablando de esperanza: en Victoria, además de los resentimientos, el dolor y decisiones muy difíciles, está la redención a través del amor. “El amor y perdonar es lo que nos dignifica como seres humanos, el amor no solo pasional sino también el amor filial, el amor a los hermanos… El perdón es uno de los mejores regalos que puedes hacerte a ti mismo, sin perdón la herida permanece abierta y sigue supurando, y es a uno mismo a quien le duele”. Palabra de Paloma Sánchez-Garnica.

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