En épocas pasadas, el futuro se percibía como algo más positivo o naíf incluso, con una visión optimista sobre la evolución tecnológica. ¿Hemos perdido aquella inocencia del futuro?
No lo sé. Creo que esas visiones anteriores son bastante seductoras y pueden crear cierta sensación de nostalgia, una idea de cómo debería haber sido el futuro. Es cierto que hay muchas imágenes naífs de robots y vehículos espaciales, pero probablemente predominen las visiones negativas. Si te vas a la ciencia ficción, en los años veinte del siglo pasado estaba el escritor ruso Yevgueni Zamiatin con su novela “Nosotros”, donde imaginaba una sociedad totalitaria, y Aldous Huxley con “Un mundo feliz”, que habla sobre una sociedad de paz y placer que al final es un mundo sin alma e inhumano. George Orwell con “1984”… Casi toda la ciencia ficción que leí de niño hablaba de catástrofes, de sociedades que eran excesivas o estaban contaminadas. Si piensas en las películas, “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982) recrea un mundo caótico y siniestro. En la música creo que también ha sido la perspectiva dominante. Vale, estaban Kraftwerk que veían la tecnología como algo divino, tranquilo y sereno. Imaginaban un mundo muy ordenado y bien planeado. Mi canción favorita de ellos es “Neon Lights”, que habla de esa ciudad hecha de luces, pero creo que ellos eran bastante extraños entre la generalidad. ¿Qué piensas tú?
Yo estaba pensando precisamente en Kraftwerk, algunas cosas de David Bowie o los primeros artistas de synthpop, Gary Numan, The Human League…
Sí, tenían esa idea de que “los sintetizadores suenan al futuro. Va a ser todo limpio y brillante y muy eficiente, con estos beats perfectamente regulares”. Y creo que mucha de la música disco contiene una utopía de placer: “Estamos en un paraíso disco, en este espacio de luces y música, y bailamos”.
Ahora observo una creciente corriente crítica con el arte distópico, desde el punto de vista de que es desmovilizador y está al servicio del poder.
Sí, creo que hay algo de eso. Recuerdo que mi amigo y compañero Mark Fisher escribió que fue a ver los filmes de “Los juegos del hambre” y estaba temblando de emoción porque no podía creer que un relato tan subversivo, una crítica anticapitalista, pudiera ser espectáculo a gran escala. Pero la verdad es que no era tan subversivo. Creo que los espectadores realmente disfrutan de estos filmes que muestran fuerzas siniestras controlando todo y, de un modo extraño, eso fomenta la pasividad. No creo que nadie fuese a ver “Los juegos del hambre” y después revisara su modo de vida, pero sí les confirmó la idea de que estamos sometidos a un poder y que no se puede hacer nada contra él, que el mal siempre gana. El argumento de la desmovilización es cierto, pero no sé si un filme que plasmara una sociedad muy bien organizada tendría el efecto opuesto, porque el medio para llegar a eso es la política, y ese es un mundo generalmente desagradable y duro. Sí recuerdo ahora que leí un gran libro positivo. Se llama “El Ministerio del Futuro” (2020), de Kim Stanley Robinson (lo publicó aquí Minotauro en 2021). Habla de desastres relacionados con el cambio climático, pero también imagina soluciones de un modo muy medido, cauteloso y optimista. Plantea que hay muchas cosas malas que pueden suceder, pero probablemente resolveremos esta crisis. Es como un voto de confianza hacia los expertos, organizadores y planificadores. Y también es un libro proburocracia, lo cual es incluso subversivo en este momento en Estados Unidos, donde están intentando desmantelar el estado administrativo. Lo que yo aprendí al leer este libro es que necesitamos un gobierno mundial que obligue a los países a dejar de emitir gases, proteger los bosques…
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