Nacionalizó la elección y se llevó la doble corona: concejales y la interna con Mauricio Macri, que era lo que más le interesaba. Queda fortalecido para discutir con el Pro una lista común en la elección clave de Provincia. Desaforado y agresivo, abrió demasiadas heridas con la oposición que necesita para pactar y gobernar.

Es la voz de Milei, que en las últimas semanas le armó con plata del Estado un plan platita, al estilo Massa. Ninguna de las medidas ha sido aún publicada en el Boletín Oficial, pero le dieron pantalla y votos. Adorni no quería ser candidato. No le quedó otra. Promete asumir aunque muchos creen que seguirá siendo vocero.

Fue jefe de gabinete de Fernández y preside la Auditoría. Se lo conoce, sobre todo, por su sociedad con Daniel Angelici. También por su astucia: colocó a Santoro al frente de la lista y achicó a la mitad la presencia de La Cámpora, a la que escondió. La implosión de Juntos le permitió superar al Pro y poner al peronismo segundo.

Es como el Alberto Fernández del peronismo porteño. Antes muy próximo al ex presidente y al kirchnerismo, ahora cerca de Olmos. En la campaña se preocupó por recordar menos su fe peronista que su paso juvenil por el alfonsinismo. Por debajo de otras elecciones del PJ, el resultado le asegura apenas un concejal menos que Milei.

Se hizo cargo de una campaña temerosa que no entusiasmó a nadie. No quisieron o no supieron enfrentar a Larreta y evitar que le robara votos. Tampoco confrontar con Milei, que cada vez que pudo los cacheteó. En vez de eso, prefirieron apostar a los símbolos, como las cintas amarillas en árboles y hasta el Mago sin dientes.

Anticipó mal la elección y como jefe de la Ciudad, pierde para el Pro la primera elección en 20 años. No aportó a la campaña desde la gestión, que es cuestionada y no ha podido aún identificarse con nuevos proyectos para los vecinos. La derrota no modifica la relación de fuerzas en la Legislatura pero le será más complicada.

Nadie sabe por qué el dos veces jefe de gobierno y ex pre candidato presidencial se metió a pelear una concejalía. Si fue para dañar al PRO, lo consiguió. Gritó: “¡Volvimos!”, aunque los ocho puntos están tan lejos de lo obtenido en otras elecciones como del apoyo que necesita para armar un proyecto político propio.

Otro caso inexplicable: el del presidente del radicalismo y dueño, o ex dueño habría que decir, de un enorme capital de votos en la Ciudad. Fue electo senador y compitió cabeza a cabeza con Larreta para ser alcalde. Ahora quiso ir sin aliados y su candidata Lula Levy, de la UBA, apenas logró 2,31%, que la dejan afuera de la Legislatura.