¿Pero hubo alguna vez un Papa Benedicto? | La Rioja


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Lack of Pope Benedict XVI Merchandise

The article discusses the surprising absence of Pope Benedict XVI merchandise in Vatican City souvenir shops, contrasting his popularity with that of his predecessors, John Paul II and Pope Francis. While souvenirs featuring the latter two popes are abundant, those of Benedict XVI are virtually nonexistent.

Reasons for Low Demand

Shopkeepers attribute the lack of Benedict XVI merchandise to his perceived lack of charisma compared to John Paul II and Pope Francis. The demand is reportedly limited mainly to German and Austrian tourists.

Pope Francis's Popularity

The article highlights Pope Francis's immense popularity, noting increased sales of items related to him. Long queues are observed at his tomb in Santa Maria Maggiore, demonstrating his ongoing influence and devotion amongst visitors.

Contrast with Other Popes

The article also contrasts this with the popularity of John Paul II, whose canonization and continued reverence contribute to a strong market for related souvenirs. The relative obscurity of Benedict XVI's tomb within the Vatican is also mentioned.

Conclusion

The article concludes by emphasizing the disparity in the commercial popularity of various popes, with Pope Francis and John Paul II significantly surpassing Benedict XVI in terms of souvenir sales and public reverence.

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Un matrimonio de franceses entra con paso decidido en la tienda de regalos 'Souvenir San Pietro', en la Via della Conciliazione. La mujer aborda a ... una dependienta que está ordenando los rosarios y le pregunta a bocajarro si hay algo del Papa León XIV. La interpelada, Sonia, una italiana de rasgos orientales, alza los hombros y les responde que no. «Todavía es pronto. Primero debería decidir el Vaticano cuál es la foto oficial y luego habrá que estamparla. Yo calculo una semana», explica. Un poco más optimistas son en 'Mondo Cattolico', la macrotienda de recuerdos que se encuentra justo a la entrada de la plaza de San Pedro. Daniela, una de las encargadas, cree que para el lunes ya habrán llegado piezas con el rostro del nuevo pontífice. No obstante, los más entusiastas no pueden reprimirse y han encontrado imaginativas soluciones para rellenar este hueco iconográfico: «Han crecido las ventas de imágenes de San Agustin y de Santa Mónica -apostilla Daniela-, que eran los más vinculados al cardenal Prevost».

El Papado de León XIV aún no ha comenzado en las tiendas de regalos, donde Francisco y Juan Pablo II siguen demostrando su tirón. «Hasta hace unas semanas ambos se vendían a la par, pero últimamente han crecido más las ventas de objetos relacionados con Francisco», advierte Daniela. La creatividad de los fabricantes es asombrosa. Además de los rosarios y de las estampitas, hay muñequitos de ambos pontífices, tazas, llaveros y algunas figuras que debieron ser concebidas en estado embriaguez. A cuatro pasos de la estación Termini, un pakistaní vende mecheros cutres con el rostro de Juan Pablo II y espeluznantes sacacorchos con forma de botella de vino y la cara de Francisco en la etiqueta. Más allá de los pontífices, en todos los kioskos hay dos tipos de calendarios vaticanos: uno con curas guapos y otro con curas aún más guapos.

No hay, sin embargo, rastro de Benedicto. Ni un llavero, ni un rosario, ni una medallita, ni un triste marcapáginas. «Nada -confirma Daniela-. Aunque era un Papa maravillosamente preparado, no tenía ese carisma. Solo los alemanes y algunos austriacos quieren comprar algún recuerdo suyo». La tumba de Benedicto XVI se halla en las grutas vaticanas, en el subsuelo de la basílica de San Pedro, junto a la de otros muchos papas. Las guías a veces se la saltan o la señalan de pasada. Prefieren detenerse en el sepulcro de Juan Pablo I, el hombre de brevísimo pontificado e inquietante muerte. A su sucesor, el polaco Karol Wojtila, canonizado en 2014, lo sacaron de la gruta hace unos años. Ahora reposa en una nave lateral de la basílica, en la capilla de San Sebastián, al ladito de la Piedad de Miguel Ángel. Es difícil no tropezarse con sus devotos cuando uno pasa por ahí.

Entre tanto, sigue habiendo filas kilométricas para visitar la tumba de Francisco, en Santa María la Mayor. A las doce y media de la mañana, bajo un sol agresivo, que parece tener cuentas pendientes, cientos de personas avanzan a paso de tortuga hacia la entrada principal de la iglesia. Antes deben pasar por un control policial, lo que ralentiza más el proceso. Cuarenta minutos lleva esperando Lidia Benítez, de Ronda, con su marido Giuseppe y su hijo Angelo. «Ha sido un Papa excepcional», dice. La fumata blanca les pilló en el avión, pero planean ir este domingo al rezo del Angelus en San Pedro. Todavía les queda un rato largo para llegar. En las verjas de Santa María han colocado dalias y tulipanes e incluso han escrito mensajes sobre sus pétalos: «Love Papa Francesco». Una hora y media han tardado en entrar María Jesús Fernández y sus tres hijos, Pedro, Álvaro y Alonso, de Marbella. «Siempre quise venir a Roma con los niños para ver al Papa. Hemos llegado un poco tarde, pero hemos llegado», sonríe María Jesús. «La basílica es muy bonita y la tumba de Francisco es lo más sencillo del mundo. Como era él», concluye. En esa calle, la vía Cavour, también hay puestecitos con miles de recuerdos, a cuál más estrafalario. Ni uno solo tiene la imagen de Benedicto XVI.

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