Panamá y el fracaso bananero: ¿Será Changuinola el próximo Puerto Armuelles? | La Prensa Panamá


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Panama's Banana Industry Crisis

This article discusses the potential collapse of Panama's banana industry in Changuinola, Bocas del Toro, drawing parallels to the decline of Puerto Armuelles. The region's economy heavily relies on banana cultivation and export, with Chiquita Brands playing a dominant role.

The Puerto Armuelles Precedent

Puerto Armuelles, once a symbol of Panama's banana industry, experienced a severe decline due to labor disputes, inefficient management, and competition from countries like Ecuador. Despite workers' gains in wages and union power, issues with international market competitiveness led to Chiquita's withdrawal and an economic downturn that persists.

Changuinola's Troubled Future

Changuinola faces similar challenges, with frequent strikes and blockades hindering Chiquita's production and export capabilities. The article highlights the following key points:

  • Over 100 strikes and blockades annually
  • Closure of Chiquita offices and relocation of executives
  • Reduced production and shifting markets
  • Millions of dollars in losses
  • Potential for further closures and job losses

The situation is critical, with the potential for Changuinola to suffer a similar fate to Puerto Armuelles if the issues aren't addressed.

Chiquita's Response

Chiquita has announced the permanent closure of a banana farm and other areas due to the labor strikes. This action, along with other indicators, suggests a potential complete withdrawal from the region unless the situation changes significantly.

The Urgent Need for Change

The article concludes by emphasizing that immediate action is needed to prevent Changuinola from becoming another symbol of agro-industrial abandonment in Panama. The future of the region and its economy hangs in the balance.

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Lo que una vez ocurrió en Puerto Armuelles, Chiriquí, podría estar repitiéndose en Changuinola, Bocas del Toro. Una región sostenida por la industria bananera, resquebrajada entre huelgas, bloqueos y pérdidas millonarias.

La analogía con Puerto Armuelles es inevitable. Durante décadas, este puerto chiricano fue el emblema de la industria bananera nacional. Pero a inicio de este siglo, tras años de declive y conflicto social, esa historia llegó a su fin, cuando Chiquita Brands se retiró definitivamente del distrito de Barú, en la provincia de Chiriquí, dejando tras de sí una economía local colapsada, desempleo masivo y un proceso de reconversión que, hasta hoy, sigue sin ofrecer resultados.

En “puerto”, como le llaman los chiricanos, las conquistas obtenidas por los trabajadores —como un futuro de mejoras salariales, organización sindical fuerte y participación cooperativa— parecían el inicio de días prósperos para los jornaleros.

Pero ese ímpetu no fue acompañado, en algunos casos, por la pericia que se necesita para vender en los mercados internacionales, combatir las plagas en las plantaciones, ser productivos y hacer inversiones para sostener la competitividad en la producción del banano, y en otros, por la mentalidad sindical de que modernizar los procesos de producción representaría menos puestos de trabajo.

Para la época, los trabajadores del sector agrícola mejor pagados eran los del sector bananero.

Además, las reglas escritas y no escritas del mercado internacional también habían causado daños: medidas restrictivas al comercio de la fruta por parte de la Unión Europea y las políticas de costo que aplicaban las transnacionales estadounidenses.

En el primer caso, la aplicación de un sistema de cuota preferencial a favor de las excolonias europeas y territorios de ultramar —conocida como la política de “primer llegado primer servido”— que le daba prioridad al banano que llegaba primero a sus puertos, con lo que Panamá no podía competir y que forzó a los productores a tirar al piso los precios de la fruta que crecía a borbotones en tierras fértiles.

En el segundo caso, es decir, las políticas de las transnacionales, la extinta asociación de empresarios bananeros reportó en su momento incumplimiento de contratos y desmejoramiento de los precios a pesar de que la fruta local era de mejor calidad.

Pero fue, justamente, esa brecha entre derechos laborales y gestión técnica lo que determinó, en buena parte, el fracaso del modelo y la fragmentación del enclave bananero que una vez sostuvo la economía de Puerto Armuelles.

Sitrachilco, como se llamaba el sindicato de trabajadores de la empresa, lideró huelgas que generaron pérdidas millonarias a la empresa, y para la década de 2000, la compañía sumó el argumento de que por cada caja de banano que producía en ese sector del Pacífico perdía un dólar, lo que no le permitía competir con los bajos precios que ofrecía Ecuador, el mayor productor y exportador de banano del mundo para ese momento.

El gobierno de Panamá comunicó que la empresa le había anunciado su decisión de cerrar en noviembre de 2022, aunque no se anunció qué día y la empresa impuso ciertas condiciones para no cerrar a fines de ese mismo año. Lo cierto es que para mediados de 2003 los activos de la empresa pasaron a manos de una cooperativa de trabajadores bananeros. El negocio nunca se recuperó.

En el Atlántico, el caso de Changuinola podría replicar ese mismo patrón, cuando la región se enfrenta a más de 100 cierres, bloqueos o huelgas cada año, los cuales no permiten que Chiquita saque la producción a los mercados internacionales.

En juego no está solo la operación de una empresa, sino la estabilidad de una región cuya economía depende casi por completo del cultivo y exportación del banano.

Como ocurrió en Puerto Armuelles, las señales ya están sobre la mesa: cierre de oficinas, traslado de administrativos, reducción de producción y la búsqueda de la fruta por los compradores en otros mercados.

Si la historia sirve de advertencia, este podría ser el último llamado para evitar que Changuinola se convierta en el próximo símbolo del abandono agroindustrial en Panamá.

El banano sigue siendo el producto más exportado, representando el 17.6% del total, seguido por los camarones congelados (13.6%) y la teca en bruto (5.0%). Cortesía

El presidente José Raúl Mulino se reunió la semana pasada con ejecutivos de Chiquita y el fondo de la conversación fue una inminente salida del mercado en el mediano plazo, si la situación persiste.

Ya los trabajadores bananeros tienen más de 15 días protestando por las reformas al sistema de pensiones.

Chiquita Panamá, en tanto, informó la mañana del lunes 12 de mayo que, luego de una primera evaluación de la afectación en las plantaciones bananeras como consecuencia de la huelga laboral, suspenderá de forma definitiva la producción en una finca completa y en áreas adicionales —equivalentes a dos fincas— en Bocas del Toro.

La empresa indicó que realizará los trámites legales para el cese definitivo en las áreas de cultivo y en la planta de empaque que se han identificado en esta primera evaluación.

Chiquita tiene 21 fincas y solía tener otras 5 subarrendadas, por lo que a la vista de extraños, los cierres de apenas 3 fincas pueden parecer poca cosa.

Cerca del 90% de la producción de banano en el país está en manos de Chiquita, siendo la provincia de Bocas del Toro clave en la producción agrícola nacional.

Sin embargo, tomar esta decisión de forma " definitiva" para una planta de empaque anticiparía que aunque la actual huelga se resuelva, no estarían esperando continuar con el ritmo de producción del último año.

El cierre de una planta de empaque es más que una decisión operativa: es una señal de que algo se rompe en la cadena que sostiene las exportaciones.

El pasado 9 de mayo, ya Chiquita había formalizado el cierre temporal de sus oficinas administrativas en Changuinola, en la provincia de Bocas del Toro, también como consecuencia de los bloqueos viales y protestas.

Ante esta situación, la compañía trasladó a su personal ejecutivo a Costa Rica, donde también mantiene una producción de banano.

Sin incluir los últimos dos días de paro, ya se contabilizaban 900 mil cajas de banano sin exportar y pérdidas que superaban los 10 millones de dólares.

“Cada día que pasa, la pérdida de fruta y la afectación al área de cultivo siguen en aumento y se hace imposible revertir este efecto negativo a corto plazo. Además, los mercados internacionales ya están reemplazando las exportaciones del banano panameño por productos de otros países, lo que genera un gran obstáculo para recuperar este espacio en el mercado internacional”, afirmó la empresa.

Yolanda Sandoval

Editora Negocios

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