The article begins by comparing the 1969-1970 Chilean presidential candidacy process, involving figures like Pablo Neruda and Salvador Allende, to the contemporary political scene. It highlights the internal competition within the Unidad Popular coalition and the eventual victory of Allende.
The piece analyzes the Communist Party of Chile's (PC) historical strength and its current relevance. It contrasts the PC's position during the Cold War era with its modern context, raising questions about its competitiveness in the 2025 elections. The author expresses skepticism about the party's ideology and its potential to govern effectively.
The author voices significant concerns about Jeannette Jara's candidacy, warning of the potential dangers of a government led by a party with what they perceive as lingering Leninist nostalgia and problematic identity politics. They argue that the PC's discipline and structure make them a more significant threat than other left-wing groups.
The article acknowledges the PC's participation in previous Chilean governments, noting their loyalty as a coalition partner but emphasizing their lack of control over the executive branch. This leads to the author's main point: the inherent risk of granting executive power to a party with what is characterized as a potentially dangerous ideology.
The piece concludes with a cautionary tone, questioning who might prevent a potential negative outcome if the Communist Party gains power. The author’s concluding rhetoric underscores their concern about the implications of Jara’s potential presidency.
Aunque es difĂcil creerlo, hay un paralelo entre Jeannette Jara y Pablo Neruda. El 30 de septiembre de 1969 el poeta fue proclamado precandidato presidencial por el Partido Comunista. Durante el anuncio, Luis Corvalán, el jefe del PC, dijo: “Tenemos derecho, como el que más a desear que el nuestro sea el candidato de la Unidad Popular. El Partido Comunista se ha convertido, por voluntad del pueblo, en el primer partido de la izquierda chilena.”
En esa Ă©poca no habĂa primarias, y la decisiĂłn de quiĂ©n representarĂa a la Unidad Popular fue tomada por una comisiĂłn, luego de arduas negociaciones. Mientras ahora hay cuatro aspirantes de izquierda, en esa Ă©poca eran cinco: Pablo Neruda (PC), Salvador Allende (PS), Alberto Baltra (PR), Jacques Chonchol (MAPU), y Rafael Tarud (API).
Pero, la verdadera disputa era entre Allende y Neruda, un socialista y un comunista; un paralelo a la lucha Tohá-Jara de estos dĂas. Finalmente, el 22 de enero de 1970, triunfĂł Allende en los “muñequeos” de la UP. El encargado de hacer el anuncio fue el propio Corvalán, quien desde un balcĂłn en la Avenida Bulnes usĂł palabras papales: “SaliĂł humo blanco! Tenemos candidato Ăşnico! Es el compañero Salvador Allende!”
En esos años el PC era, efectivamente, el más grande de los partidos de izquierda. En las parlamentarias de 1969 obtuvo 16,6% de los votos, contra un 12,8% del PS.
Mientras uno puede entender que el PC tuviera una importante base de apoyo en medio de la Guerra FrĂa, es muy difĂcil – casi imposible, para mà – concebir que, en el año 2025, una candidata comunista sea competitiva. DespuĂ©s de todo, en los años transcurridos, la URSS – “hermano mayor” de los comunistas chilenos – se autodisolviĂł. Sus propios jerarcas reconocieron que el modelo comunista era un fracaso econĂłmico, polĂtico y cultural. Aceptaron que el leninismo era una doctrina burda y pequeña, sin aplicaciones universales. Admitieron que el sistema impedĂa que los cientĂficos lograran desplegar todos sus talentos y creatividad y que su mundo se iba quedando irremediablemente atrás.
En 1969 mucha gente aĂşn tenĂa la visiĂłn romántica de que se podĂa construir una sociedad igualitaria y sin clases, donde cada cual contribuĂa de acuerdo con sus posibilidades y recibĂa de acuerdo con sus necesidades. En 1969 habĂan pasado sĂłlo 25 años desde el tĂ©rmino de la Segunda Guerra Mundial, conflicto en le que la URSS habĂa tenido más de 20 millones de bajas, y sus ejĂ©rcitos habĂan luchado con hidalguĂa y heroĂsmo en Stalingrado, Kursk, y en la defensa de Leningrado. Muchos partidarios del PC pensaban que los excesos de Stalin iban quedando atrás, y que al final del camino estaba la sociedad anhelada. Era una visiĂłn ingenua, pero, dadas las circunstancias de la Guerra frĂa – incluyendo la guerra de Vietnam -, era una visiĂłn, hasta cierto punto, entendible.
La noticia de la autodisolución del URSS, el 26 de diciembre de 1991, se esparció por el mundo como un reguero de pólvora. Pero, al parecer no llegó a Chile, donde un PC nostálgico, disciplinado, y leninista continúa en su lucha por alcanzar el poder bajo premisas y principios de los años 70 del siglo pasado. Y lo hacen, como dijo Laurtaro Carmona, con un pie en la calle y un pie en el gobierno.
Hace unas semanas, Ă“scar Landerretche produjo un temblor grado 7 en el progresismo. Coincido con casi todo lo que dijo. Pero hay algo con lo que no puedo estar de acuerdo. En tres oportunidades dijo que le preocupaba mucho más el Frente Amplio que el PC. En el minuto 14 de la entrevista dijo que, si bien tiene diferencias doctrinarias mayores con los comunistas, le parecĂa que el PC era “un partido que tiene estructura, … [y] es un partido que cuando llega a un acuerdo, en general lo respeta … Una cosa es lo que ellos creen, y otra cosa es que ellos participan de una coaliciĂłn y van a aportar desde su punto de vista.” Tres minutos despuĂ©s lanzĂł su frase famosa: “Me gustarĂa que, si hay un gobierno de derecha, [el Frente Amplio] trate de no derribarlo, y convertir al paĂs en un maldito infierno, lleno de quemar iglesias.”
Yo no estoy tan seguro en que el PC sea más confiable que el Frente Amplio. Creo que la ciudadanĂa debe tener igual desconfianza (y temor) por ambas agrupaciones. Y si me apuran, creo que en el largo plazo – incluso en el mediano plazo – es más peligroso el PC, con su candidata Jeannette Jara, que la muchachada del FA. Y creo eso, precisamente por lo que dijo Landerretche. Porque el PC es más estructurado y tiene mayor disciplina, bregará con mayor esfuerzo por alcanzar sus objetivos.
Es verdad que, como aseverĂł el economista, en gobiernos donde participaron – Frente Popular, Unidad Popular, Nueva MayorĂa, gobierno de Boric – los comunistas fueron bastante leales. Pero en todas esas ocasiones fueron comparsa, y no tuvieron control sobre el poder ejecutivo. En un paĂs tan presidencialista como Chile, quien detenta la presidencia tiene un poder enorme. Y darle ese poder a un partido que combina una nostalgia leninista con polĂticas identitarias mal digeridas, representa un peligro inminente. En la pelĂcula de ese nombre, tenĂamos a Harrison Ford que nos salvaba. ÂżQuiĂ©n nos salvará de Jeannette Jara?
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