El conseller de Agricultura, Òscar Ordeig (Vic, 1978) ha presentado esta semana un informe elaborado conjuntamente entre el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA) y por el Centre de Recerca en Economia i Desenvolupament Agroalimentari (CREDA), que pone por primera vez luz sobre los costes que supone el desperdicio alimentario para Catalunya.
Ordeig atiende a EL PERIÓDICO para explicar detalles de esta diagnosis y adelantar qué hará la Generalitat para mitigar el derroche de comida, una práctica tan habitual y que tanto impacto tiene.
¿Puede destacarnos algunos datos relevantes de este estudio?
Yo creo que, ya de entrada, lo interesante de este estudio es que hasta ahora no había miradas sobre un asunto como el desperdicio de alimentos, que es clave, y que ahora tenemos este primer diagnóstico que nos explica qué está pasando. De momento, nos permite saber cómo se comportan los hogares, pero vamos a tener que hacerlo en el conjunto de la cadena de valor, para, a partir de aquí, poder ir trazando las políticas necesarias para reducirlo.
¿Y cuáles serían las primeras conclusiones?
Hay algunas que me han parecido reveladoras. Por ejemplo, la de que las emisiones de CO2 que se generan durante la producción, distribución y comercialización de estos alimentos desperdiciados equivale a más de 20.000 vuelos entre Barcelona y Bruselas. Pero tan importante como eso es la huella hídrica. En el proceso de producción de esa comida, los consumos directos e indirectos del agua que se utiliza permitirían llenar 496.000 piscinas olímpicas... ¡Eso es una barbaridad! Es el agua que consume toda la población catalana durante 1.314 días. Y otro elemento importante es que el 5% de la superficie agraria útil se emplea para producir esos alimentos que no llegarán a ser consumidos. Son 500 millones de metros cuadrados...
Lo explica de modo muy gráfico...
Bueno, tenemos que buscar ejemplos gráficos para hacer pedagogía, para concienciar. ¿Cómo haremos sino para que la gente colabore? No podemos entrar a las casas a controlar el desperdicio, pero sí podemos hacer pedagogía. Podemos empezar en las escuelas, con la formación alimentaria, que está prevista en la Estratègia Alimentària de Catalunya y que comenzaremos a desplegar muy pronto en 25 colegios. Dentro de esa formación hay un capítulo de desperdicio. Por lo tanto, pedagogía, concienciación en la escuela, a la industria, a toda la cadena de valor, a los medios de comunicación, a la gastronomía...
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Y, perdón, tenemos un 20% de la población en riesgo de exclusión social que no tiene acceso a una alimentación en cantidad y en calidad saludable. En el sistema alimentario que queremos construir, se habla del derecho del 100% de la población catalana a una alimentación saludable, que yo diría también de cocina catalana, de dieta mediterránea, de alimento fresco, de proximidad, variado, todo de temporada y accesible. Y, fíjese, la cocina mediterránea es cocina de reaprovechamiento, que utiliza alimentos con menor huella de carbono y, por tanto, con menos impacto.
Pero la tendencia, al menos eso dicen los indicadores, es que cada vez se tira más de plato preparado.
Es cierto que los modelos han cambiado., pero creo que también a la comida preparada le tenemos que pedir unas condiciones, unas cantidades y un procedimiento de elaboración para que haya el mínimo desperdicio. Y que el consumidor puede comprar un plato preparado y seguro. Pero no debemos dejar las cocinas, ni el hábito de cocinar.
Sin embargo, hay quien asegura que dentro de unos años ya no habrá cocinas en las casas.
Estoy seguro de que los hogares catalanes tendrán cocina. ¡Han de tener cocina! Pongamos un ejemplo de lo que acabamos de hablar, de la formación alimentaria en las escuelas. Yo estoy pidiendo que, con los nuevos pliegos para la concesión del servicio de comedor escolar, se dé prioridad a aquellos aspirantes que usen producto de proximidad, dieta mediterránea y que cocinen en las escuelas. Todos los colegios catalanes deberían tener cocina propia. Como un elemento, no solo porque es bueno para el producto o para el menú que comerán los alumnos, sino como un elemento de aprendizaje para esos alumnos. Debería formar parte del currículo formativo de nuestros niños.
¿Se ha marcado el Govern objetivos respecto al desperdicio alimentario?
Nos faltan más indicadores como los que hemos presentado esta semana, pero en tres años el objetivo debería ser reducir el desperdicio alimentario. Creo, y es mi opinión, que se debería rebajar al menos a la mitad y que la tendencia sea a cero.
¿Han planteado exenciones fiscales o ayudas para quienes apliquen medidas?
Aquí lo más importante es hacer una buena diagnosis, saber por dónde se nos escapa el desperdicio y, después, pensar en medidas concretas y ayudas económicas. En cierta manera, ya lo estamos haciendo, tenemos el Pla Estratègic de l'Alimentació de Catalunya, el PEAC, en el que hay varias líneas que van en este sentido. Está, por ejemplo, el etiquetaje inteligente, que también sirve contra el derroche de alimentos. Hay modelos en Catalunya que son inspiración como el de los Espigoladors, pero también estamos hablando de digitalización, de modernización, de transformación... Todo eso ya va muy en la línea de no desperdiciar recursos.
¿Y se ha pensado en multas o sanciones?
Yo lo diría al revés. Todo aquel que no aplique medidas de ahorro de agua, cuando haya restricciones, sufrirá mucho más. Ahora mismo, estamos modificando el Pla Especial de Sequera para que, en caso de restricciones, aquel que haya implementado medidas de reducción de la huella hídrica o de ahorro de agua, tenga que sufrir muchas menos restricciones. ¿Qué quiero decir? Un agricultor que riega, si ha modernizado, se le recortará menos agua cuando llegue un episodio de sequía. La industria, si tiene un plan de regeneración de agua, también habrá de reducir mucho menos. Y que piensen todos ellos que la sequía volverá. Y aquel que no haya hecho los deberes, sufrirá más. Eso va directamente a la cuenta de explotación. Si la gente despilfarra menos, y si desperdician menos alimentos y menos agua, ganarán más dinero. Los márgenes serán más amplios. Más allá de si se les puede penalizar o no, ya están haciendo ellos un ahorro.
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