Los dos programas educativos que están bajando al mínimo el fracaso escolar en España (y al principio generaron rechazo) | Educación | EL PAÍS


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Key Programs and Their Impact

Spain's recent success in minimizing school dropout rates is largely attributed to two educational programs: Basic Vocational Training (FP) and Diversification Curricular Programs. Both programs initially faced resistance but have proven crucial in reducing student failure, particularly among boys. The country has achieved a record low dropout rate of 13%, compared to 22% in 2014 and 32% in 2004. The percentage of young people (20-24 years old) completing upper secondary education has also risen to 80%.

Basic Vocational Training (FP)

FP basic, introduced in 2015, provides a more hands-on approach to learning, making it attractive to students who prefer practical training. While initially met with criticism from the left due to concerns about segregation, its success in reducing dropout rates is undeniable. Although only 56% of students finish the program, the employment rate of FP graduates is approximately 90%, and many are employed before completing their studies.

Diversification Curricular Programs

These programs cater to students with learning difficulties, offering individualized support and adapted content. Although initially opposed by the right-wing, their effectiveness is demonstrated by increased student enrollment. The programs focus on competency-based learning, connecting classroom materials to real-life experiences.

Regional Variations

While Spain as a whole has made significant progress, regional differences exist. Cantabria and the Basque Country have the lowest dropout rates, while foreign students consistently exhibit higher rates. There's also variation in program implementation, with Catalonia initially resisting the implementation of FP basic, but subsequently increasing enrollment.

Conclusion

Both FP Basic and Diversification Curricular Programs, despite initial criticism, have become key tools in reducing school failure in Spain. Their success highlights the importance of adapting educational approaches to meet the diverse needs of students.

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En las frías calles de Reinosa están preocupados por Donald Trump. Como en medio mundo, pero más que la media. La población del sur de Cantabria vive en gran medida de una gran factoría siderúrgica, que los vecinos siguen llamando la Naval o simplemente “la fábrica”, aunque su nombre ahora es Forgings & Castings. Sobre ella, sobre el municipio, y sobre toda la comarca sobrevuela el temor al impacto de los aranceles al acero aprobados por Estados Unidos. Del tema se habla aquí en todas partes, también en el instituto público Montesclaros, un centro de referencia en los estudios de Formación Profesional vinculados a la industria, implantados hace medio siglo. Los chavales hacen prácticas en la factoría, y muchos cuentan con trabajar en ella, como sus padres y abuelos. Son en cierta forma, afirma su director, “hijos de la fábrica”, que tiene cerca de 700 empleados, 900, si se le suma la escisión que mantiene el anterior nombre de Sidenor, lo que equivale a más del 10% de los 8.570 habitantes de Reinosa.

De los 670 estudiantes del instituto Montesclaros, 200 cursan FP en alguno de sus tres niveles. Uno de ellos, Eder, es un ejemplo del cambio que está experimentando el grado básico, el primer peldaño de la Formación Profesional. De ser la opción a la que los institutos mandaban a los chavales que iban mal para que pudieran terminar la ESO (que sigue siendo la razón principal para que lleguen a sus aulas), a ser una vía en la que los propios alumnos también pueden solicitar adscribirse porque prefieren una enseñanza más práctica. Para ello deben cumplir algunos requisitos, como tener 15 años, la edad de Eder. “Aquí hay clases teóricas, pero también vamos al taller. Es más entretenido que estar en clase todo el día”, afirma. Cuando acabe los dos cursos que dura el grado, el adolescente espera hacer el grado medio y el superior de Mecanizado. Y después, entrar a trabajar “en la Naval de Reinosa”, como su padre y su hermano. A la espera de los efectos que pueda tener la guerra comercial declarada por Estados Unidos, sus expectativa no es descabellada. La inserción laboral de los graduados en FP en el Montesclaros ronda el 90%, asegura el jefe de estudios Antonio Díez, y uno de los problemas con los que ha de lidiar el profesorado es que muchas veces los contratan antes de acabar el ciclo superior. La relación con el tejido industrial de la zona es tan cercana que a veces son los técnicos de las fábricas los que se acercan a los modernos talleres del instituto a reparar la maquinaria.

Aula que simula a una empresa que comercializa flores en el instituto público Montesclaros de Reinosa, en Cantabria, a principios de abril.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

La FP de grado básico generó inicialmente rechazo entre la izquierda. Del mismo modo que los programas de diversificación curricular ―que van dirigidos a chavales con dificultades de aprendizaje e implican una adaptación de los contenidos― lo hicieron en las filas de la derecha. Ambas vías educativas se han convertido, sin embargo, en claves para reducir el fracaso escolar en España ―sobre todo entre los chicos, que son los que más fracasan―.

El país ha rebajado su tasa de abandono escolar temprano (jóvenes de 18 a 24 años que tienen como mucho la ESO y no están estudiando) al mínimo histórico del 13%, cuando en 2014 era del 22%, y en 2004, del 32%. Y ha elevado al 80% el porcentaje de la población entre 20 y 24 años que ha terminado, al menos, la enseñanza secundaria postobligatoria (Bachillerato o FP de grado medio) cuando en 2014 solo llegaba al 66%, y en 2004, al 61%. En ambos casos, aunque ha mejorado, el alumnado extranjero presenta peores datos (en abandono educativo temprano, el 29,5%). Cantabria tiene la menor tasa de abandono (5,5%) después del País Vasco (5%). Y el mayor porcentaje de jóvenes de 20 a 24 años que han terminado al menos la secundaria superior (90%, como Euskadi).

En paralelo a la reducción del fracaso escolar, el alumnado de FP básica ha aumentado un 32% desde su implantación en 2015, casi el triple de lo que ha crecido el número de estudiantes de la ESO, hasta rozar los 62.000 (aunque solo el 56% logra terminar los estudios). Y en el primer año de su reimplantación, un 8% de los chavales de tercero de la ESO estudiaba en el programa de diversificación curricular.

La FP básica generó inicialmente recelos en la izquierda por ser segregadora. En parte porque, con el primer diseño que hizo el PP, terminarla no suponía obtener el título de la ESO, recuerda Alonso Gutiérrez, responsable del gabinete de estudios de la Federación de Enseñanza de CC OO. Cataluña, por ejemplo, rehusó implantarla, y su peso en los centros educativos catalanes ha sido testimonial hasta ahora; algo que la Generalitat, presidida por el socialista Salvador Illa, ha decidido cambiar, doblando, hasta las 2.000, el número de plazas de nuevo ingreso el curso que viene.

Los programas de diversificación curricular no agradaban al PP, que en la anterior ley educativa los reorganizó situándolos en segundo y tercero de la ESO (en vez de en tercero y cuarto, como estaban hasta entonces). Ello hacía que los chavales se reincorporasen a la ESO ordinaria en el último curso, con lo que muchos se estrellaban y no lograban titularse. Tras la aprobación de la Lomloe y la vuelta al esquema de cursos original, el porcentaje de alumnado matriculado en dichos programas ha aumentado rápidamente hasta doblar al que había con la normativa del PP. Y cuatro de las cinco autonomías donde más peso ha alcanzado la diversificación están gobernadas por el PP (Canarias, Extremadura, La Rioja y Andalucía; en la quinta, Castilla-La Mancha, están los socialistas).

Casi todos siguen estudiando

Moisés Sánchez, 39 años, da clase de diversificación, en el ámbito ―la agrupación de asignaturas que caracteriza al programa― lingüístico-social del instituto público Az-Zait de Jaén. “La principal diferencia con los grupos ordinarios es que aunque todo el alumnado debería tener una atención personalizada, con estos estudiantes es aún más importante, y eso solo se puede conseguir con ratios pequeñas. Yo tengo nueve alumnos cuando en una clase estándar tendría 27″. La dedicación que exige una enseñanza más competencial, en el que todos los contenidos están ligados a la vida real, hace que el esfuerzo sea, con todo, mayor que en una clase ordinaria, asegura. Como también lo es la satisfacción. “En un grupo estándar tendrían complicado terminar, mientras que aquí el porcentaje de éxito se acerca al 100%, y la mayoría continúa estudiando un ciclo medio de FP”.

El grado básico de FP sigue recibiendo críticas por segregador, aunque cada vez menos. “Mientras haya un profesor, una familia o un estudiante que piense que la Formación Profesional de grado básico es peor estaremos siendo tan catetos como cuando pensábamos que la Formación Profesional en su conjunto era una vía de segunda con respecto al Bachillerato y la universidad”, afirma la ex secretaria general de FP Clara Sanz. “Los estudiantes de grado básico adquieren las mismas competencias de salida que en la ESO y, además, obtienen un primer título profesionalizante. Y no es para los malos estudiantes, sino para aquellos que no quieren una vía tan académica, sino que prefieren aprender haciendo”.

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