Las prostitutas españolas prefieren irse a Suiza: "Buscamos más seguridad y dinero"


Spanish prostitutes increasingly choose Switzerland for its legal framework, higher earnings, and improved safety compared to the unregulated and often dangerous conditions in Spain.
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Más de la mitad de las mujeres que se prostituyen en España son inmigrantes latinoamericanas, según un estudio del gobierno publicado en septiembre de 2024. Las españolas, sin embargo, prefieren vender su cuerpo en otros países de Europa donde sí está regularizado el sector y, de paso, ganan más dinero. Suiza lleva años siendo uno de los destinos preferidos, una tendencia que se disparó durante la crisis económica —algunos estudios sugieren que llegó a cuatriplicarse en aquellos años—, y que no parece haberse revertido desde entonces.

Los datos que maneja Aspasie, una organización que se encarga de recibir a las mujeres migrantes con intenciones de prostituirse en Ginebra, son elocuentes. “Según las memorias de 2022, alrededor del 40% de las trabajadoras sexuales que pasan por sus servicios informativos son españolas (tanto autóctonas como latinas con pasaporte español)”, precisa un estudio publicado en junio de 2024 en la revista académica Migraciones, de la Universidad Pontificia Comillas. Eva Luna, una sexóloga de Aspasie, asegura que actualmente las españolas se mantienen en la misma proporción. En 2022, Aspasie recibió a 365 chicas con pasaporte español, en 2023 a 268 y en 2024 a 283.

Las interesadas deben recibir una “sesión informativa” para conocer cómo pueden vender sexo en el país helvético, además de los protocolos de ayuda y asistencia que deben activar si se sienten inseguras. Cumplido ese paso, Aspasie les da una especie de aval que luego presentan en la policía para solicitar el permiso que les permite prostituirse, generalmente durante 90 días al año. El Confidencial contactó a la Oficina Federal de Policía de Suiza para obtener información sobre las españolas que ejercen el trabajo sexual en todo ese país, pero no obtuvimos respuesta.

3.100 euros en seis días por hacer tríos y "dar patadas"

Hay un gran número de españolas que no reside de manera permanente en Suiza para ejercer la prostitución. “Vienen de manera puntual, pasan unos días o una semana y se vuelven. Van repitiendo ese proceso hasta que gastan los 90 días”, explica Eva Luna. “Ese periodo suele ser el mínimo autorizado para los trabajadores autónomos acá, da igual el sector. Son ellas las que deciden cuánto tiempo quieren trabajar. Si tienen 90 días de permiso los pueden distribuir como quieran a lo largo de un año. Para trabajar más de 90 días tendrían que pedir un permiso de residencia que implica más derechos, pero también más obligaciones”.

El sistema que hay organizado en Ginebra, aunque no es perfecto, puede detectar mucho más fácil la comisión de delitos asociados a la prostitución, explica a El Confidencial Carmen Meneses, la antropóloga que escribió el citado el artículo después de investigar in situ durante meses. “Los propios dueños de clubes de trabajo sexual notifican a la policía cuando detectan a alguien ejerciendo de forma ilegal, porque les afecta la competencia desleal”.

Meneses entrevistó a decenas de españolas que vendían sexo en Ginebra y algunas eran latinoamericanas que obtuvieron la nacionalidad, pero en sentido general encontró un perfil variado: “Hay chicas muy jóvenes nacidas en España, entre los 18 y treinta y pico de años, que su familia no sabe que ejerce la prostitución. Así me encontré a unas cuantas sevillanas, catalanas, vascas, madrileñas, gallegas… que tenían ninguna o muy poca experencia en el trabajo sexual. Las latinas nacionalizadas españolas también pueden ejercer. Los suizos no permiten que una mujer practique la prostitución en su territorio si no tiene pasaporte europeo. Entre ellas se pasan la información y se aconsejan sitios”.

Aspasie es una organización sin ánimo de lucro que defiende los derechos de las personas que ejercen el trabajo sexual en Ginebra, “sin importar su género o su situación legal”. Como en Suiza cada cantón tiene leyes y políticas diferentes para regular la prostitución, en otras ciudades existen organizaciones similares a Aspasie para brindar asistencia a quienes desean ejercerla. Igualmente, la policía permanece muy pendiente ante quienes burlan lo establecido.

“En España la situación es completamente alegal, no hay ningún seguimiento por parte del gobierno”, explica a este diario Lea Ferrer, una granadina de 37 años que oculta su identidad bajo ese “nombre profesional”, y estuvo en Zurich una semana teniendo relaciones sexuales por dinero en noviembre de 2024. “En Suiza se requiere que las trabajadoras sexuales se registren en una página puesta a disposición para este fin. Si no lo hacen, se arriesgan a ser multadas, ya que la policía hace visitas para comprobar que todo está correcto. A mí me tocó una visita y no fue nada cómodo. Me puse muy nerviosa durante el registro, al estar ahí sola con dos policías que además eran hombres”.

Ferrer completó un grado de Fisioterapia y un máster, pero “no estaba convencida con las condiciones laborales” de ese sector y desde 2014 ejerce la prostitución: “Aquí (Granada) hago entre 300 y 500 euros en una semana, porque trabajo poco, lo justo para vivir tranquila. En Suiza hice 3.100 euros en seis días”.

Centro nocturno que oferta sexo a cambio de dinero en Zurich, Suiza. (A.M.)

Tiene miles de seguidores en redes sociales y utiliza esas plataformas para encontrar clientes. Publicó un libro basado en su experiencia en la prostitución, reseñado por influencers y en algún medio de comunicación. Su descripción en X dice: “A veces escribo, entre pecado y pecado”. De los que cometió en Suiza, dejó una entrada en su blog de WordPress contando lo bien que le pagó su primer cliente helvético, presumiblemente masoquista, por “caerle a patadas” junto a una amiga. Quedó sorprendida de la puntualidad del segundo cliente y de que le diera 150 francos suizos por “una mamada” finiquitada en 20 minutos.

“Fui a Zurich porque conozco a compañeras que han conseguido ganar mucho dinero allí debido a que las tarifas, son más elevadas que en España”, explica Ferrer. “Cumplí mis objetivos, pero porque trabajé haciendo tríos con una compañera. De no ser por ello, tan sólo habría conseguido el dinero para sufragar todos los gastos que supuso el viaje. Por ese motivo es por lo que, de momento, no he vuelto. Es demasiada inversión si haces las cosas de forma ‘legal’”.

Amén de que pueda resultar caro la inversión del viaje y el hospedaje, apenas hay vacantes disponibles en los establecimientos que ofertan sexo. Ferrer trabajó de forma independiente en un apartamento después de intentar entrar a un club, porque los que contactó “tenían listas de espera muy largas” y prefirió hacerlo por su cuenta. Así “no tenía que pagar comisiones a nadie”.

"Mi familia piensa que soy guía turística"

Andrea*, una joven de Vigo que se prostituye desde los 20 y ahora tiene 31, también fue a probar suerte a Suiza. Prefiere omitir cuánto ganó, pero reconoce que le fue “muy bien” durante los cinco meses de 2024 que tuvo sexo por dinero en varias ciudades helvéticas. Aquí hizo un grado en Artes Escénicas y actualmente no ejerce esa profesión. Tampoco se ha prostituido de manera ininterrumpida durante los últimos 11 años, “a veces lo dejaba por otros trabajos” para luego retomarlo.

“Fui a Suiza porque la economía de España está cada vez peor”, explica Andrea. “Primero estuve una semana en Zurich en una plaza en la que no me fue muy bien. Luego fui a Ginebra y me sentí más cómoda. Cumplí todos mis objetivos, me gustó la gente de allí, la sentí más respetuosa y elegante. Ahora no estoy en Suiza porque quiero descansar una temporada en mi casa. Me fue mucho mejor en Suiza, ya que, como allí el trabajo sexual es legal, me sentí mucho más segura. Sabía que podía acudir a la policía si en algún momento tenía un problema. Asociaciones como Aspasie nos ayudan muchísimo. Además, dan clases gratis de francés”.

Las trabajadoras sexuales consultadas por Meneses planteaban que los clientes en Ginebra “eran más educados que en España, no regateaban los precios, eran más limpios y cumplían la negociación establecida previamente”.

Cuando Andrea regrese a Suiza quiere trabajar “de independiente” para evitar el porcentaje que cobran los clubs por sus servicios. A cambio, esos sitios les ofrecen alojamiento. Ella solía dar a su familia poca información de dónde estaba exactamente para poder ocultar a qué se dedicaba, aunque todas sus amistades sí lo sabían. Ferrer, por su parte, mantiene una política parecida hacia sus seres queridos: “Mi familia no sabe absolutamente nada de a qué me dedico. Ellos piensan que soy guía turística”.

"Llegaron a pagarme a 500 francos la hora. También había más discreción, aquí las prostitutas están muy mal vistas"

Como el arribo de prostitutas españolas a Suiza se ha convertido en un fenómeno distendido en el tiempo, todas las trabajadoras de Aspasie hablan castellano, explica Meneses. Una vez que las chicas obtienen sus permisos, tienen que notificar a las autoridades en qué sitio exacto realizarán el trabajo sexual. “Las que tienen hijos suelen pasar allí unos días y regresan”.

Carla*, también de 31 años, tiene una niña de ocho y aprovechó mucho su etapa como trabajadora sexual en Suiza. Empezó a los 19 años y lo dejó a los 21 gracias a que empleó el dinero reunido en abrir su propio local para vender sexo en Gran Canaria. “Me fui a Suiza porque las condiciones laborales eran mucho mejores”, rememora. “Allí llegaron a pagarme a 500 francos la hora, cuando aquí lo máximo eran 150 euros. También fui por el tema de la discreción, aquí las prostitutas están muy mal vistas y no pueden dar la cara por miedo a represalias. Gané mucho dinero y me lo pasé bien. Fui a fiestas increíbles y conocí a personas que a día de hoy son muy importantes. También aprendí idiomas, por eso para mí fue una experiencia enriquecedora culturalmente, aunque parezca surrealista”.

Carla señala que en Suiza había menos posibilidades de ser estafadas por los clientes. Recuerda que una noche tuvo sexo con un hombre junto a una compañera suya y fueron a un festival de música. Él se había comprometido a pagarles 3.500 francos a cada una, pero al finalizar la velada quería escabullirse y tuvieron que llamar a la policía. Terminó siendo escoltado hasta un cajero y sacó el dinero que les había prometido.

Mujeres ofreciendo sexo en una calle de Zurich. (A.M)

“Ellas se van a Suiza principalmente por dinero”, coincide Enrique Quirón*, dueño de una web de anuncios de prostitución que opera en Barcelona y que ha visto marchar a algunas de las chicas promocionadas en su página. “Con un pasaporte europeo tienen muchas facilidades para establecerse allí, sobre todo en las ciudades grandes, que es donde se concentra la prostitución. Ciudades como Ginebra están llenas de españolas, algunas pueden ganar cuatro o cinco veces lo que aquí. El hecho de que se puedan mover por toda Europa con libertad les da una ventaja competitiva frente a las chicas extracomunitarias”.

Quirón explica que otro motivo que lleva a las españolas a Suiza es que allí los clientes “no intentan aprovechar tanto el tiempo que pagan como ocurre aquí”. Eso es algo de lo que tratan de huir las españolas y Suiza no solo se plantea como una opción de ganar más, sino también de tener menos sexo. “Ese tipo de relaciones genera menos desgaste en las chicas” y así pueden estar con más clientes en menos tiempo.

Las españolas trabajan mucho para aprovechar el periodo por el que le concedieron la licencia. “Están disponibles las 24 horas, casi sin descanso, para cubrir su objetivo de ganancias y regresar a España lo antes posible”, precisa el artículo de Meneses.

“Algunas lo hacen muy intensivo porque lo quieren dejar muy pronto o quieren hacer una familia”, explica Quirón. “También hay dependencias económicas familiares, hablo de chicas que mantienen a los padres, a un hermano o a un abuelo. Muchas comienzan en esta actividad cuando el salto monetario es suficientemente grande. Quizás nadie se prostituye por 2.000 euros, pero sí por 4.000, por ejemplo”.

No todo es color de rosa

Meneses conoció durante su investigación en Ginebra a una chica de 19 años que nunca se había prostituido. En un primer momento le pareció menor de edad, pero no lo era, y le ofreció su teléfono personal. Esa misma noche, a las 3:00 AM, la chica la llamó porque se le había estropeado el condón con un cliente y necesitaba un tratamiento de profilaxis anti VIH. Era fin de semana y estaban cerrados los servicios de salud a bajo coste que facilitan organizaciones como Aspasie. La sanidad privada le cobraba a la chica 4.000 francos por atenderla.

“Quienes trabajan en salones y en la calle enfrentan mayores dificultades”, detallaba Meneses en su artículo. “Para las que están en la calle, el acceso a la atención parece particularmente difícil”. Un estudio de julio de 2023 de la Facultad de Medicina de la Universidad de Ginebra también expuso “las barreras que enfrentan las trabajadoras sexuales” para acceder a los servicios de salud en esa ciudad. “Como muchas se fueron allí sin gestionar la tarjeta europea de salud, se pueden enfrentar a tarifas muy elevadas para recibir atención médica”, recuerda Meneses. “El embarazo podría ser el menor de sus problemas, lo peor es que pillen alguna ETS”.

Meneses aclara que Suiza no es el único destino que prefieren las prostitutas españolas: “La movilidad está dada por la búsqueda de nuevos clientes y más ingresos. En Suiza vi a chicas muy intrépidas que, por ejemplo, se movían hacia Tel Aviv para ejercer la prostitución allí a pesar de la guerra con Palestina. Otras se iban a Sidney o a Inglaterra, allí quiero desplazarme el año que viene para investigar. Incluso me dieron un teléfono para hacer la ruta hacia Nueva York, pero tendría que hacerme pasar por una de ellas y no sé si pueda. En EEUU se mueven por hoteles y ganan mucho dinero, pero como está prohibida la prostitución pueden tener problemas muy gordos”.

"Éramos cinco chicas en un departamento, pero nos cobraban la mitad de lo facturado"

Carmen* es una trabajadora sexual peruana que lleva cuatro años moviéndose por el mundo. Actualmente tiene su residencia legal en Emiratos Árabes Unidos, pero lleva tres meses en España intentando regularizarse después de haber estado un mes en Suiza. Estaba en Dubai cuando la contactaron de una casa de citas en Lausanne que le “pagaría bien”.

“Pensé que lograría hacer más dinero pero la verdad es que la policía controla mucho el trabajo sexual”, explica Carmen sobre su experiencia ejerciendo el trabajo sexual en Suiza sin un pasaporte europeo. “En Suiza hay menos clientes, pero pagan el doble de lo que en España. Allí también está la policía más atenta a las páginas donde uno se anuncia y son capaces de llegar encubiertos como clientes. Éramos cinco chicas en un departamento y el que te contacta te da la vivienda gratis, pero se lleva la mitad de lo que le cobras al cliente”.

Carmen no se sintió discriminada por ser latinoamericana cuando trataba con sus clientes, pero en la calle sí. “Los suizos creen que los latinos somos mala onda o que vamos a robar cosas”. Algunas de las entrevistadas por Meneses durante su investigación explicaron que los clientes suizos distinguían entre las españolas y evitaban a las que procedían de América Latina, aunque algunas de ellas se habían criado en España. “Las mujeres latinoamericanas eran más mayores y en mayor número que las españolas autóctonas”.

Meneses lleva muchos años investigando la prostitución. Publicó Viviendo en el burdel en junio de 2023, un diario de campo sobre su paso por cinco prostíbulos españoles. Ella iba buscando víctimas de trata en esa investigación y no encontró “a ninguna”, por eso tiene “mucha censura como investigadora”. Asegura que algunas revistas españolas se han negado a publicar sus textos porque, a veces, “no dicen lo que se quiere oír de la prostitución: que es muy mala y todas las mujeres son víctimas de trata”. Considera que la diferencia principal con respecto a Suiza empieza en cómo se les llama: “prostitutas aquí, sobre todo por las corrientes abolicionistas, y trabajadoras sexuales allá, gracias a la regularización”.

*Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.

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