Las penas del Gobierno de Keir Starmer un año después de arrasar en las elecciones


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One Year After Labour's Victory

One year after Keir Starmer's Labour party achieved a significant election victory in the UK, the government is facing considerable challenges. Despite the large majority, public satisfaction is low, with Starmer's popularity almost as low as his predecessor, Rishi Sunak's.

The Labour Disappointment

A recent Ipsos poll revealed that only one-third of those who voted Labour in 2024 are satisfied with Starmer's government. This dissatisfaction extends to Labour MPs, as evidenced by the recent withdrawal of a welfare reform due to significant internal pressure.

'Broken Britain'

While some social progress has been made, such as the legalization of euthanasia and abortion law reforms, the government has not managed to shift the overall trajectory of the country, facing ongoing economic challenges exacerbated by Brexit. The public perception of 'Broken Britain' persists.

'Island of Strangers'

Starmer's announcement of further restrictions on legal immigration, resulting in the controversial 'island of strangers' statement, caused concern and has been met with regret by Starmer.

Policies and Public Spending

Investments have been made in public health, infrastructure, housing, and water projects. However, public spending cuts, including reductions in social welfare support for some groups, have proven unpopular and led to substantial internal dissent, forcing U-turns from Starmer and his government. Further tax increases are anticipated.

International Relations and Leadership

Starmer has managed to navigate international crises with relative calm, but efforts to achieve a ceasefire in the Ukraine conflict and in Gaza have yielded no tangible results. His communication style, described as lacking vision and political narrative, has also been cited as a significant challenge for his government.

Potential Leadership Change

With general elections scheduled for 2029, the next critical test for Starmer will be the local elections in May 2026. A poor showing could trigger a leadership challenge from Angela Rayner, a popular figure within the Labour party.

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Al alba del 5 de julio de hace ahora un año, Keir Starmer, recién elegido primer ministro después de 14 años de gobiernos conservadores, anunció una nueva era. El laborismo volvía al poder en el Reino Unido con una mayoría inédita desde Tony Blair, y el líder estaba más exultante de lo habitual, pero sin dejar del todo su tono prudente porque la realidad del país era bien diferente del boom de los 90.

El Reino Unido aumenta el presupuesto de defensa y reduce ayudas sociales

“La gente se despertará aliviada por haberse quitado un peso de encima”, dijo Starmer aquel amanecer después del siempre lento recuento en las elecciones británicas. “Y ahora podemos mirar hacia adelante. Caminar hacia la mañana, hacia la luz del sol de la esperanza, pálida al principio pero cada vez más intensa a lo largo del día, y que brillará una vez más sobre un país que, tras 14 años, tiene la oportunidad de recuperar su futuro”.

Un año después, esa luz sigue siendo, como mucho, pálida. Starmer es ya casi tan impopular como su antecesor, Rishi Sunak, y mientras el Partido Conservador se ha seguido hundiendo en intención de voto después de una derrota histórica, el partido que cosecha más apoyos es el de extrema derecha de Nigel Farage, Reform UK.

El grupo de Farage consiguió sólo cuatro escaños de 650 en las elecciones de julio del año pasado y ha sumado otro este mayo en una votación especial por una vacante, pero ahora es líder en intención de voto. Reform tiene el 34% de apoyo, según la encuesta recién publicada de Ipsos, que nunca había registrado un nivel tan alto para este partido y que supone nueve puntos por encima del Partido Laborista. A la vez, el Partido Conservador está en el 15%, su punto más bajo desde 1976, el primer año con datos comparables.

La decepción laborista

Sólo un tercio de quienes dicen haber votado por el Starmer en 2024 están ahora satisfechos con su Gobierno, según la encuesta de Ipsos.

“Sabemos lo difícil que es cambiar el pesimismo profundamente arraigado del público sobre el coste de la vida, la inmigración y el estado de los servicios públicos. Y, hasta ahora, los británicos no creen que el Partido Laborista esté logrando el cambio tangible que esperaban en 2024”, explica Gideon Skinner, director de Ipsos para la investigación sobre política en el Reino Unido. Sus datos sobre Starmer se parecen ya a los de Gordon Brown en 2008, poco después de relevar a Blair al frente del partido y del Gobierno y en medio de la crisis financiera.

El descontento se extiende a sus propios diputados. Tras días de negociación, la presión de decenas entre los 403 parlamentarios laboristas forzó anoche a Starmer a retirar su reforma para restringir los beneficiarios de asistencia social.

'Broken Britain'

La aplastante mayoría laborista en el Parlamento ha conseguido avances sociales, como la ley de eutanasia o la despenalización del aborto para las gestantes en todas las circunstancias. Pero no se ha traducido en cambios en el rumbo del país, por ejemplo, en relación con la Unión Europea, pese a los ajustes con el acuerdo sobre Gibraltar y mejoras en los controles comerciales en la frontera.

Parte de la explicación de qué le está pasando a Starmer es que la economía británica sigue creciendo menos de lo esperado y, sin el colchón de las ayudas europeas y con el coste extra que ha supuesto el Brexit para cualquier actividad, tiene poco margen de maniobra ante las turbulencias internacionales.

A la vez, hay una larga lista de servicios públicos en declive tras años de recortes y la inversión está limitada por las cuentas en un país con precios altos, sobre todo en algunos servicios esenciales como la electricidad, y cuyo banco central no ha conseguido bajar los tipos de interés como el Banco Central Europeo o la Reserva Federal. Broken Britain, el país que está “roto” o “que no funciona”, no ha cambiado tanto en un año.

“La situación fiscal del Reino Unido es un desastre. Nos estamos endeudando mucho. Tenemos impuestos relativamente más altos que antes, aunque no sean especialmente altos para los estándares europeos. Tenemos unos servicios públicos en declive desde hace años. Y esa es una combinación muy difícil cuando también se tiene un bajo crecimiento. Los laboristas heredaron una situación muy difícil”, explica a elDiario.es Sam Freedman, experto en políticas públicas del Reino Unido y autor del libro Failed State, un ensayo sobre los fallos de la administración británica publicado hace un año. “También creo que no estaban bien preparados. Los laboristas, habiendo perdido tantas elecciones, estaban aterrorizados de perder otras y se centraron mucho en la campaña. No dedicaron suficiente tiempo a pensar en qué harían si ganaban”.

La “isla de extraños”

Las limitaciones del mercado laboral hacen todavía más difícil el crecimiento, con las trabas extra desde la aplicación del Brexit para trabajadores y estudiantes de la UE, que, pese a las negociaciones, siguen intactas con el Gobierno de Starmer.

El primer ministro laborista incluso anunció hace unas semanas más limitaciones a la inmigración legal, percibida como una amenaza por la clase trabajadora que antes votaba al Partido Laborista y ahora apoya a Reform. Starmer pronunció entonces una frase de la que ahora dice arrepentirse: el primer ministro dijo que si no había suficientes reglas para limitar la inmigración, el Reino Unido se convertiría en “una isla de extraños”.

La expresión recordaba a un discurso de Enoch Powell, un diputado conservador anti-inmigración que dijo en 1968 que las llegadas de ciudadanos británicos de la Commonwealth —en referencia a India y países africanos del antiguo imperio— hicieran que los británicos de la “población existente” se sintieran “extraños en su propio país”.

“Nunca habría utilizado esas palabras si hubiera sabido que eran o podían ser interpretadas como una referencia de Powell”, dijo en una entrevista con el Observer hace unos días con su biógrafo, el periodista Tom Baldwin. “Esa frase en particular no estuvo bien. La verdad es que me arrepiento profundamente de haberla utilizado”.

Starmer le dice a Baldwin, con quien tiene confianza, haber estado especialmente estresado esos días por varios ataques incendiarios contra su casa en Londres, donde ahora vive su cuñada, su coche y otra vivienda relacionada con su familia. También le cuenta, con reticencia, la muerte hace unos meses de su hermano, que sufría discapacidad y a quien quiso seguir atendiendo personalmente. Pero enseguida insiste en que sus errores políticos no tienen que ver con sus inquietudes familiares.

Baldwin sugiere que después de varios tropiezos Starmer está cambiando de estrategia en varios asuntos donde ha utilizado una retórica que ha molestado a su propio partido: los “intentos de imitar al populismo ‘insurgente’” de los primeros meses “han desaparecido”. “En su lugar, los discursos de Starmer ahora se centran más en el interés nacional a largo plazo, el pragmatismo, la calma y la seguridad”, escribe el biógrafo. “Con todos sus problemas, su Gobierno ahora al menos se parece un poco más a él”.

Casas, trenes, embalses

Starmer ha invertido, como prometió, en sanidad pública —las listas de espera han bajado algo en este año, si bien parte del mérito es del Gobierno de Sunak ya que las reformas tardan en notarse—, en infraestructuras —ha empezado a nacionalizar los trenes— y en construcción de viviendas y otros planes para expandir las ciudades, como los primeros proyectos de embalses en más de 30 años dada la sequía que empieza a ser un problema en partes del país. Pero estos son proyectos que tienen un impacto a más largo plazo, y otras decisiones, con efectos más inmediatos, han sido muy impopulares.

Starmer ha tenido que recular por la presión de su partido en algunos recortes del gasto público, como la limitación de la ayuda universal para la electricidad a los pensionistas y la restricción de la asistencia social para personas con discapacidad u otras limitaciones que no trabajan y que el Gobierno quería reformar, en particular para los menores de 40 años fuera del mercado laboral.

La rebelión de más de 120 diputados de su partido en la última semana ha obligado a Starmer a dar marcha atrás en la reforma sobre la asistencia social. De momento, la ha dejado congelada hasta una revisión de los criterios para ser beneficiario que se publicará en otoño de 2026 en coordinación con las asociaciones especializadas en discapacidad y que se volverá a debatir entonces. La legislación aprobada anoche es una versión diluida y que mantiene el sistema de pagos actual. Pese a los cambios, 49 diputados laboristas votaron en contra.

Ahora que las cuentas no cuadran es más probable una subida de los impuestos en otoño. Según las estimaciones previas del Gobierno, contando los últimos cambios, el Tesoro tendrá que buscar “ahorros” del equivalente al menos a 3.000 millones de euros respecto a sus planes de recortes de ayudas sociales anunciados en marzo.

Además, como el resto de aliados de la OTAN a excepción de España, Starmer se ha comprometido a llegar al 3,5% del PIB del gasto en defensa en 2035. Aunque el compromiso es para dentro de dos legislaturas, esto supone que tendrá que acelerar esa partida más de lo previsto y cuya subida ya había anunciado en febrero a costa de la ayuda humanitaria.

Calma hacia afuera

Starmer ha logrado responder con calma a las crisis internacionales, como la bronca al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en el Despacho Oval o el ataque a Irán, mientras ha intentado gestionar sin demasiado éxito al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

En casa, se alaba su capacidad diplomática que ha logrado aliviar algo los aranceles de Estados Unidos, pero sus intentos de presionar para un alto el fuego en Ucrania y en Gaza no han logrado ningún fruto tangible.

El primer ministro insiste en que su marca es el “pragmatismo” y, aunque, según Freedman, se le da bien responder a las crisis inmediatas, hace falta algo más para dirigir el Gobierno y el país. “Starmer no es un comunicador nato. No se siente cómodo con grandes visiones o estrategias políticas, lo que dificulta que el Gobierno explique sus intenciones y, desde una perspectiva política, que los ministerios sepan qué quiere el primer ministro”, explica. “A la gente le gusta el pragmatismo, pero también es necesario tener una visión política. De lo contrario, ¿para qué eres pragmático?”

Freedman cita casos de políticos que no eran percibidos como especialmente carismáticos o extraordinarios oradores, como la canciller alemana Angela Merkel y el primer ministro australiano John Howard, pero que tuvieron éxito porque “sí contaban una historia sobre el país que dirigían”. “Y eso es lo que le falta en este momento a Starmer”, dice.

Y ahora qué

Las elecciones generales están previstas para 2029 y, dada la abrumadora mayoría del Partido Laborista, es muy improbable que se celebren antes. Pero ¿habrá un cambio de líder antes de los comicios? La primera prueba seria para Starmer será en mayo del año próximo, en las elecciones locales. Si su partido se despeña, los diputados pueden tener ganas de cambio y, si se organizan, tienen el poder de forzar su dimisión.

La potencial candidata para sustituir al primer ministro es Angela Rayner, su segunda en el Gobierno, defensora de políticas más a la izquierda y popular entre los miembros del partido. Según Freedman, tiene un carácter muy diferente, es mucho más política y carismática: “Si Starmer dimitiera hoy, ganaría ella”.

“Farage tiene razón, no votes por él”: cómo la política británica ha girado hacia la extrema derecha

Entretanto se esperan más anuncios de políticas en los próximos meses que tal vez definan mejor qué quiere el Gobierno Starmer, que afrontará a su partido y la presión de las cuentas. “Será interesante”, dice Freedman. “El presupuesto de octubre va a ser muy complejo”.

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