Los chips son el motor de la economía digital; esos minúsculos dispositivos son necesarios para que funcione el lavavajillas o el smartphone, así como para el desarrollo de tecnologías punteras como la inteligencia artificial generativa (IA). A causa de estas aplicaciones vanguardistas, los circuitos integrados han sido el foco de una refriega entre las superpotencias económicas del mundo, China y Estados Unidos, incluso antes de la llegada de Donald Trump. La administración de Joe Biden, bajo el lema de la seguridad nacional, restringió el acceso a semiconductores de última generación por parte de China. Ahora, para avivar la batalla en el frente de los circuitos integrados, Trump ha endurecido las restricciones de venta de chips al gigante asiático y amenaza con imponer aranceles específicos a los semiconductores, a pesar de haberlos dejado fuera de su último disparo tarifario.
Aunque Estados Unidos lidera en diseño de chips, solo produce el 10% de los semiconductores del mundo y ninguno de los más avanzados, según el Departamento de Comercio estadounidense. Las pocas empresas que los fabrican (y las que los necesitan) son muy dependientes de las importaciones, especialmente chinas y taiwanesas. Al gigante asiático le impusieron un arancel del 145%, pero incluso con la exención de la Administración Trump a productos como semiconductores o móviles, los analistas de Citi auguran que la volatilidad en la cadena de suministro de la industria aumentará, lo que ha llevado a la firma estadounidense a reducir las previsiones de ganancias del sector hasta en un 20%.
El Departamento de Comercio estadounidense dijo el lunes que comenzó a investigar el impacto en la seguridad nacional de EE UU de “las importaciones de semiconductores y equipos de fabricación” de los mismos, que se interpretó como una señal precursora de aranceles a esta industria. El anuncio, junto a la prohibición a Nvidia de vender su chip H20 a China (el más avanzado, N100, fue vetado por Biden), que anunció este martes la Casa Blanca, han sentado mal al sector. Nvidia prevé que la restricción le cueste 5.500 millones de dólares (unos 4.900 millones de euros al tipo de cambio actual) y registró caídas de más del 6% en Bolsa el martes.
El índice de Bloomberg que mide la exposición de empresas globales que obtienen ingresos del negocio de los semiconductores pierde el 14,4% de su valor de mercado en lo que va de año. ASML, el gigante neerlandés que fabrica las máquinas con las que se moldean los chips, perdió este miércoles más del 7% de su valor de mercado tras conocerse que su cartera de pedidos estuvo por debajo de las expectativas del mercado. Y parece que todo puede ir a peor.
Diversas casas de análisis (desde Goldman Sachs a Bank of America) han elevado las probabilidades de una recesión en EE UU y desde Citi explicitan que el escenario de depresión económica será “inevitable” si los gravámenes se extienden por un periodo prolongado. Además, apuntaron a que el sector de los circuitos integrados puede contagiarse: “Las conversaciones con empresas de la cadena de suministro [de semiconductores] no indican cambios significativos en sus perspectivas, pero la mayoría coincide en que, si esta situación [aranceles altos] persiste otro mes, degenerará en una disminución de los pedidos”. El escenario es similar al vivido durante la pandemia de la covid, donde la incertidumbre y la reducción de inventarios llevaron a un parón de la cadena de suministro de semiconductores, lo que agravó la crisis de los chips. “Para que quede claro: no creemos que se hayan cortado los pedidos todavía… pero lo harán”, concluyen en Citi.
Si el nuevo petróleo de la economía son los datos, los semiconductores son la máquina que extrae el crudo. Los chips son fabricados en discos de silicio y realizan diversas funciones: los de memoria almacenan información y se comercializan como productos básicos; mientras que los lógicos, más complejos y costosos, ejecutan programas y actúan como el cerebro de los dispositivos electrónicos. El acceso a estos circuitos es crucial para gigantes tecnológicos como Google y Microsoft, que compiten por liderar en capacidad de los centros de datos y de IA. Igual de importante resultan para la vida cotidiana: con chips funcionan los ordenadores y las neveras que hay en los hogares.
La promesa de un futuro tecnológico llevó a Nvidia— que comenzó distribuyendo tarjetas gráficas para videojuegos— a dispararse en Bolsa más de un 1.400% desde la pandemia. Ahora, en plena escalada tarifaria, el sector se resiente de los cambios en el comercio global y las dudas sobre cómo se cristalizarán las gigantescas inversiones en IA y centros de datos. El titubeo llega por partida doble. El primer golpe fue DeepSeek, que le borró 561.000 millones de euros de capitalización, la mayor destrucción de valor en una empresa jamás registrado en la historia de la Bolsa porque logró, con menores recursos, resultados similares en sus modelos de IA. Pasado un mes, se fue recuperando. Luego vino Trump. Los aranceles mundiales provocaron terremotos bursátiles en todo el planeta y fueron como una bala perdida para las tecnológicas en suelo norteamericano.
De hecho, sangran. El Nasdaq retrocedió un 7,4% en las últimas cuatro semanas, pero la pérdida alcanza el 14,6% si se observa el comportamiento en el año. Las empresas estadounidenses más castigadas del sector en este último mes de guerra comercial han sido ON Semiconductor y Micron, que retroceden en Bolsa un 19,2% y un 30,8% respectivamente. En Europa, junto a ASML, la también holandesa ASM International, retrocede casi un 4% este miércoles. Y en Asia, el fabricante surcoreano de memorias Hynix ha perdido un 3,7%, mientras que la taiwanesa TSMC (que cotiza en Nueva York) ha caído un 3,6%. La japonesa Advantest se ha desplomado un 6,6%.
Los analistas de Citi comentan que las empresas que ya tienen márgenes estrechos son las que más riesgos corren en este nuevo orden. “Compañías como ON Semiconductor, Micron y GlobalFoundries son especialmente vulnerables en este contexto. Empresas como Analog Devices y Texas Instruments, en cambio, han sido más resilientes durante las recesiones”, explican. Las dudas son más a futuro que inmediatas, sobre todo porque en el corto plazo la escasez de inventario juega a favor de los márgenes de los fabricantes.
Los compradores estadounidenses, además, se adelantaron a posibles disrupciones y dispararon las operaciones. Samsung Electronics, por ejemplo, vio un aumento en sus beneficios trimestrales gracias a que los clientes almacenaron chips y adelantaron la compra de móviles antes de que entren en vigor los controles de exportación, reportó el Financial Times. TSMC también reportó un aumento del 42% en sus ingresos trimestrales, reflejando una fuerte demanda de servidores de IA y teléfonos inteligentes antes de la implementación de los aranceles. El miedo tarifario también hizo que hubiera un aluvión de ventas de iPhones, que se preveían hasta un 43% más costosos, según la firma de análisis Rosenblatt Securities.
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