Cuando en el último congreso de peñas del Athletic celebrado en Haro un miembro de la peña Óscar de Marcos de Sevilla preguntó a los ... representes del club a qué se debía el subidón del precio de las entradas para el partido contra el Barcelona -oscilarán entre los 100 y los 120 euros cuando esta temporada han estado cobrando a los peñistas 80 y la pasada, entre 45 y 60-, se encontró con una respuesta expeditiva: «A la ley de la oferta y la demanda». Y uno imagina que el directivo o empleado de turno que dio esa contestación se quedó tan pancho, como quien acaba de exponer una evidencia y, por tanto, un argumento irrebatible. Vamos, igual que si le hubieran preguntado por qué una manzana cae del árbol al suelo y hubiera tenido que recordar a su interlocutor la existencia de la ley de la gravedad.
Imagino también que se apelará a la sacrosanta ley de la oferta y la demanda para justificar los precios estratosféricos que se están pidiendo en habitaciones particulares y en hoteles de Bilbao y sus alrededores para el día de la final de la Europa League. Luis Gómez publicaba ayer en estas páginas una de esas informaciones que provocan un malestar inmediato: hoteles que piden 7.600 euros por noche, pensiones de 65 euros que han elevado su tarifa hasta los 3.600, apartamentos de dos dormitorios gestionados por la plataforma Airbnb que exigen 9.900 euros en la zona de La Alhóndiga u 8.050 en la calle Pérez Galdós... La Prensa inglesa se subía por las paredes, hablaba de burla, hasta de atraco. El 'Mail Sport' ponía como ejemplo sangrante de sablazo el del Axel Hotel, que cobra 2.132 euros por pernoctar la noche del partido mientras que al día siguiente reduce su precio a 183.
Conocidas estas cifras, ayer hubo una doble reacción. Por un lado, la indiferencia de quienes las consideran, sin más, una consecuencia inevitable de la libertad de mercado a la hora de fijar los precios de los productos en función de la oferta y la demanda. Así está montado el sistema, vinieron a decir, y los más enterados hasta pudieron ilustrarnos con un repaso histórico y hablarnos de Alfred Marshall, de James Steuart Denham o de Adam Smith y su libro 'La riqueza de las naciones'. La segunda reacción tenía un aire vengativo, como el futbolista que se revuelve cuando le han dado una patada y da otra a su agresor. Podría resumirlo en una frase: «A nosotros también nos hacen lo mismo». Y es verdad. También los hinchas del Athletic han sufrido estas sangrías cuando han viajado a finales.
En fin, que por lo visto donde las dan, las toman, y hay que aceptar las estafas como una consecuencia más de la libertad de mercado. Qué quieren que les diga. Todo esto me suena a cuento chino. Y ni siquiera se trata de entrar en cuestiones morales y denunciar la maldad de la especulación cuando ésta se produce a partir de un abuso previo, como el que dispara el precio de la botella de agua en el desierto. Pensemos en la imagen que estamos dando y calculemos el coste de reputación que tiene para la ciudad el hecho de que 80.000 visitantes sientan que, aprovechándose de la pasión por su equipo, en Bilbao se les ha estafado. ¿Acaso no hay manera de establecer desde las instituciones unos límites razonables de la variación posible de los precios en hoteles y pisos turísticos? Y en el caso del club y del precio de las entradas a los peñistas. ¿De verdad que en un club como el Athletic sólo importa el negocio y para hacerlo hay que aprovechar cualquier coyuntura?
Termino hablando de otras cifras desorbitadas, pero en este caso sin ninguna carga negativa. Nos referimos al dineral que el Athletic va a ingresar si, como todo parece indicar, juega la próxima edición de la Champions. Bastaría con que el equipo de Valverde (esperemos que siga siéndolo) haga una actuación discreta en la liguilla -entrar en dieciseisavos quedando en el puesto 24- para que Ibaigane ingrese alrededor de 40 millones entre el fijo, los premios por victorias y empates, las taquillas y los derechos de televisión. Si logra el pase a octavos serían 11 millones más de bonus. Podríamos estar hablando, por tanto, de unos 50 millones. Un dineral desorbitado, ciertamente, pero ganado en el campo, con talento, trabajo y dedicación, no aprovechándose de nadie.
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