Pasan los gobiernos, pero los problemas persisten. Changuinola parece un territorio congelado: pobreza crónica, servicios públicos deficientes, escuelas sin luz ni agua, centros de salud desbordados, caminos que se inundan, comunidades que siguen sin internet. Han gobernado el PRD, el panameñismo y Cambio Democrático, y nada cambia. Lo que sí ha sido constante son los liderazgos de Benicio Robinson y Francisco Smith, figuras que por décadas han dominado el tablero político y sindical del distrito.
Mientras otras regiones del país avanzan, Changuinola sigue atada al monocultivo bananero, con salarios bajos, oportunidades mínimas y una juventud que emigra o se resigna. La indignación, cuando llega, se expresa en bloqueos de carretera, porque la protesta sigue siendo la única forma de hacerse oír.
Las cifras oficiales lo confirman: la pobreza y la desigualdad aquí no bajan, y los proyectos sociales se diluyen entre promesas repetidas. Changuinola no necesita más discursos. Necesita que quienes han controlado el poder político y sindical durante décadas rindan cuentas. La ciudadanía merece saber por qué, a pesar de los recursos invertidos y las promesas hechas, el desarrollo sigue siendo un sueño lejano. Es hora de que los responsables asuman su parte.
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