Eurovisión, 'castrato' y poderoso batacazo de Melody


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Eurovision 2024 Review

This article provides a detailed review of the Eurovision Song Contest final, focusing on various performances and Spain's outcome. The review begins by highlighting the unconventional opening act, a Norwegian reggaeton performer dressed as a Game of Thrones knight.

Performances and Commentary

The article assesses numerous performances, offering commentary on their strengths and weaknesses. Notable mentions include:

  • Estonia's Tommy Cash's 'Espresso Machiatto', described as absurd but entertaining.
  • Ukraine's symphonic rock performance, predicted to rank high.
  • Austria's JJ, praised for his vocals but criticized for his staging.
  • Finland's Erika Vikman's energetic and convincing show.
  • Italy's Lucio Corsi, whose risky but refreshing 70s-inspired performance was noted.
  • Portugal's NAPA, whose sentimental performance was predicted for a high ranking.
  • France's underwhelming performance, characterized by a weak song and lack of stage presence.
  • San Marino's poor choice of representation, combining DJ and traditional Italian singing.

Spain's Melody had a respectable performance, but ultimately failed to achieve a high ranking, resulting in a disappointing outcome for Spanish viewers.

Spain's Disappointing Result

The article concludes with Spain's disappointing result. Despite a decent performance by Melody, Spain fell drastically in the rankings, leading to another 'batacazo' (a major setback).

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Empezar con un noruego haciendo reguetón vestido de caballero de Juego de Tronos, así sin anestesia, auguró una final de Eurovisión no apta para cobardes. El pop descafeinado de Luxemburgo no abrió mejores expectativas, pero cuando el primer bostezo amenazaba, apareció el estonio ... Tommy Cash con ese 'Espresso Machiatto' que es una tontuna absoluta y cantada con un desafine de categoría, pero al menos tiene su gracia. ¿Se imaginan un Eurovisión tomándose en serio a sí mismo durante tres horas?

Los locutores de RTVE no hicieron ningún comentario sobre la polémica participación de Israel antes de que actuara Yuval Raphael, a quien siguió el «rock experimental» de Lituania, que más o menos hicieron el honor a la etiqueta, si tenemos en cuenta los límites del certamen.

Melody hizo lo que tenía que hacer: no fallar. Dio la impresión de que la actuación de la semifinal le salió un poquito mejor, más «poderosa», pero dejó suficiente buen sabor de boca como para aguantar dos horas y pico más y ver hasta dónde elevaría el nombre de España en las puntuaciones.

La original propuesta de Ucrania, cercana al rock sinfónico, estuvo tan bien ejecutada que debería quedar entre los diez primeros puestos. Y la de Reino Unido, de corte influencer con estética Disney, tuvo pinta de gustar mucho en las casas de los televidentes con peques. ¿Peligro?

El austríaco con raíces filipinas JJ, con esa mezcla de pop y ópera a lo 'castrato', fue víctima de una puesta en escena tan austera y hasta hilarante, que no iba en consonancia con la solemnidad de la composición. Perfectamente afinado en lo vocal, fuera de tono en lo visual.

La canción de Islandia, cansina desde el inicio a pesar de arrancar con estribillo para enganchar, es un himnillo de segunda con todos los estereotipos compositivos imaginables. Mucho mejor, infinitamente más sugerente la de las letonas Tautumeitas. Pero la siguiente, de Países Bajos fue tan mala y aburrida, y con un intérprete tan limitado vocalmente, que hizo volver a mirar el reloj.

Aprovechó la oportunidad de animar el cotarro en la pista del estadio St. Jakob-Park la dominatrix finlandesa Erika Vikman, con un show convincente y movidito que también pareció que apuntaría alto en las votaciones. La escenografía de Lucio Corsi, con dos amplificadores de guitarra gigantes, y esa sonoridad setentera de su canción, fue una jugada arriesgada de Italia, pero bastante refrescante.

La polaca Justyna Steczkowska, que estuvo imponente en su semifinal, jugó bien su papel de brujilla eurovisiva con su rompepistas oscuro y de tintes góticos. Después le tocó el turno al miembro de los 'big five' Alemania, también de onda discotequera, pero subordinado a un gancho repetitivo, un 'la, la, la, la, la' que acabó siendo irritante. Que le pregunten a Massiel cómo hay que hacerlo.

Grecia no ha elegido mal a su representante este año, una estupenda cantante llamada Klavdia que defendió una canción de épica demasiado convencional todo lo bien que pudo. Al estilo de unos Rammstein dance-pop (hasta les copió las llamaradas de fuego), el armenio PARG presentó un tema industrial y de ritmo machacón que al menos aportó un toque de diferencia, pero al que no se le vieron mimbres de ganador.

Suiza tiró de delicadeza con Zoë Alina Kressler, pero de nuevo ¡pum! Desafines por todos lados que deslucieron el tramo final de la actuación. Malta, con Miriana Conte, recurrió a un R&B de cadena de montaje; la antítesis de Portugal, que, en busca de emular los tiempos gloriosos de Salvador Sobral, presentó una propuesta sensible y casi casi lacrimógena, la de los azoranos NAPA, que saben construir canciones, arreglarlas y darles la emoción que necesitan. Podio asegurado en un mundo ideal.

La sensación de vivir en el día de la marmota volvió con Dinamarca y su dance-pop de subidones tan predecibles que daban bajona; y el histrionismo hizo su segundo acto de aparición con Suecia, pero esta vez con menos gracia que Estonia. Incomprensible que estuvieran entre los favoritos.

Francia, normalmente una potencia eurovisiva, pareció una novata con una canción tan poca cosa como 'Maman', y con el poco carisma escénico de su representante Louane Emera, quedó en anécdota.

San Marino, ese país del que sólo nos acordamos en Eurovisión, no pudo haber elegido peor su representación, con la chirriante combinación de DJ daviguettero y canto popular del 'Tutta L'Italia' de Graby Ponte. Y con sobriedad, buena voz y una digna mezcla de electrónica y arreglos folclóricos, Albania cerró las actuaciones dejando su huellita.

Las votaciones, cardíacas en otras ocasiones, fueron un jarro de agua fría cayendo chorrito a chorrito sobre la audiencia española. Melody no paró de caer y caer en la clasificación hasta que se confirmó, una vez más, nuestro batacazo. Y la victoria del 'castrato'.

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