The article centers on Donald Trump's trade war and its impact, particularly on the European Union (EU). Trump's aggressive trade policies, characterized by imposing tariffs, are criticized as illogical and harmful to the global economy. His statement that countries affected by tariffs are “kissing his ass” is described as both crass and inaccurate.
The EU's response to Trump's actions is highlighted, with the EU proposing a 25% tariff increase on various US products as a retaliatory measure. This action, supported by almost all EU member states (with the exception of Hungary), demonstrates Europe's resolve in countering Trump's protectionist policies.
A significant development is Trump's 90-day suspension of tariff negotiations with all countries except China. This move, announced via Truth Social, caused positive market reactions, suggesting a potential shift in strategy or influence from within the White House. The continuation of the 125% tariff on Chinese goods, however, maintains significant trade tensions.
The article also mentions the importance of the newly formed German government and its commitment to a strong European stance against Trump's policies. The article concludes that Europe's firm and principled response to Trump's actions serves as a necessary counterbalance.
Donald Trump atesora toda una larga lista de vicios y defectos en su carácter que no hace falta enumerar aquí. No cabrían en este artículo. Desde su atalaya de la Casa Blanca, ha desatado una guerra comercial de consecuencias imprevisibles que amenaza con desencadenar una recesión mundial de forma absolutamente gratuita. En este contexto, no se le ocurrió otra cosa que decir de forma grosera que los países que se ven afectados por los aranceles “me besan el culo, se están muriendo por llegar a un acuerdo”.
Aparte de zafia, la frase es mentirosa, como tantas otras que pronuncia el presidente republicano. La UE, por ejemplo, está muy lejos de besarle al trasero a Trump y ayer presentó una propuesta de subida de aranceles del 25% para aplicar a una larga lista de productos de Estados Unidos. Es una represalia meditada de Europa que contó con la práctica unanimidad de los 27, salvo la ya habitual excepción de Hungría.
La prueba de que Trump puede decir una cosa, hacer otra, y rectificarse a sí mismo cuantas veces le venga en gana es que ayer, después de pavonearse de su poder, acabó por aceptar una suspensión de 90 días para negociar los aranceles de nuevo con todos los países, salvo con China. El presidente lo anunció mediante su red, Truth Social, y provocó enseguida una remontada en positivo de las bolsas americanas y, seguramente, causará hoy también un rebote en verde de las europeas. Con Trump, todo es posible, pero el anuncio de ayer parece que va en serio y confirmaría que alguna mente lúcida de la Casa Blanca pudo influir en la rectificación.
La política de Trump no tiene ninguna lógica y era un clamor que sus decisiones iban a empeorar la economía mundial, y especialmente la americana. La suspensión de ayer, sin embargo, no disipa los problemas de fondo que deja su gestión y las consecuencias que puede tener la guerra comercial con China, a la que se mantiene el arancel del 125%. Ante Trump, solo cabe reaccionar con rigor y sin miedo, como ha hecho Europa. Y, en este sentido, es también muy importante destacar el acuerdo de Gobierno alcanzado ayer en Alemania. Como dijo el futuro canciller Friedrich Merz, “Europa puede contar con Alemania”.
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