"No tomo esteroides ni nada parecido. Sigo un protocolo 'antiaging' prescrito por un especialista que incluye terapia de reemplazo de testosterona", confesó Robert Kennedy Jr a Lex Fridman en su podcast hace un parte de años. Con su mandíbula virilmente prieta y cuerpo esculpido a base de exigentes entrenamientos de fuerza (que 'ejecuta' enfundado en sus 'jeans'), el polémico secretario de Salud y Servicios Humanos de la Administración Trump que se ha propuesto "hacer Estados Unidos saludable de nuevo" encarna como nadie, a sus 71 fornidos años, ese perfil de varón, habitualmente rico y poderoso, que ha encontrado en la testosterona un elixir de juventud 'presuntamente' infalible.
Al igual que Kennedy, Joe Bezos, Mel Gibson, Robbie Williams o Hugh Jackman, por citar algunos nombres conocidos, forman parte de ese exclusivo club de maduritos que, más allá de los 50 e incluso los 70, siguen luciendo una masa muscular a prueba de sarcopenia -pérdida de volumen y función de la musculatura a consecuencia de la edad- y un vigor sexual propio de un treintañero, gracias a un tratamiento, el de reemplazo de testosterona, que requiere un seguimiento médico exhaustivo y que, en ningún caso, se debería tomar a la ligera.
"El uso de reemplazo de testosterona como elixir de juventud se basa más en expectativas culturales y marketing que en evidencia sólida. Además, no está exento de riesgos cuando no hay una indicación médica clara. Mi opinión clara es no se debe utilizar suplementación con testosterona a no ser que haya un déficit demostrado en análisis de sangre acompañado de síntomas claros de falta de testosterona", afirma Ignacio Moncada, jefe del servicio de Urologia de Hospital Sanitas La Zarzuela y presidente de la Asociación Española de Andrología.
La testosterona, prosigue, "no tiene que ver directamente con la juventud, sino con funciones que son más activas durante esa etapa de la vida como las erecciones matutinas, la energía para hacer deporte o la capacidad de trabajo. Por eso, de forma natural, la testosterona es más alta en la época postpuberal, de los 14 hasta los 18 o 20 años y luego desciende paulatinamente con el paso del tiempo. Cuando ese descenso es más acusado, como ocurre a veces, se produce un 'envejecimiento' acelerado que justificaría su uso suplementario para recuperar funciones perdidas".
Este especialista hace hincapié en que su prescripción no es tanto una cuestión de edad sino como de en qué casos está indicado. "Es cierto que el déficit de testosterona se da más frecuentemente en adultos por encima de 55 o 60 años que van notando una reducción de su deseo sexual y sus erecciones, de su energía o de su capacidad de concentración. Cuando esto se debe a una bajada en los niveles de testosterona en sangre determinado en un análisis es cuando se puede iniciar una terapia de reemplazo".
El tratamiento, explica, se puede administrar "de dos formas fundamentalmente, en gel de aplicación diaria que se aplica en zonas de poco vello (hombros o espalda) y se absorbe a través de la piel o en inyecciones que se pueden poner cada tres semanas (enantato o cipionato de testosterona) o cada tres meses (undecanoato) que resulta más cómodo. No son tratamientos caros y, en los casos en los que hay indicación médica, están cubiertos por la seguridad social".
Moncada recalca que, cuando existe un déficit real de testosterona que aconseja su uso, los beneficios son claros: "Entre otras funciones, mejora el rendimiento sexual, potenciando el deseo y las erecciones; tiene efectos somáticos, aumentando la energía (stamina) el rendimiento físico y la capacidad de concentración y trabajo; y aumenta la mineralización ósea, lo que ayuda a evitar la osteoporosis, una patología frecuente en personas de edad avanzada. Cuando el diagnóstico establece claramente la necesidad del tratamiento, este suele ser de por vida, tal y como ocurre como con otros déficits hormonales, como el hipotiroidismo o la diabetes".
El problema, advierte, surge "cuando no hay indicación y se tienen niveles excesivos de testosterona en sangre con lo que aparecen efectos adversos como policitemia, apnea del sueño, infertilidad particularmente grave en jóvenes o efectos cardiovasculares".
En su opinión, el encarnecido combate contra el envejecimiento que ha encontrado en este tratamiento hormonal una de sus armas más eficaces no es solo una fijación de ricos y famosos. "Ellos no son los únicos que están preocupados por su salud y enganchados a la testosterona. En nuestro país, es muy común ver a gente relativamente joven obsesionada con su físico o su capacidad sexual, algo que, curiosamente, inquieta menos a la población más mayor. Alcanzar la eterna juventud es una aspiración de siempre y el uso de testosterona puede hacer pensar a muchos que es el camino ideal para llegar a eso. Sin embargo, sabemos que el envejecimiento es inevitable y debemos aceptarlo como tal, entender que no podemos luchar contra el paso del tiempo. Lo que debería motivarnos es tener un envejecimiento saludable, manteniendo un estilo de vida sano y activo, haciendo ejercicio físico moderado y llevando una alimentación saludable".
Hasta aquí, la opinión del presidente de la Asociación Española de Andrología. ¿Cómo contemplan esta revolución los médicos de las clínicas de especializadas en envejecimiento y longevidad?
Especialista en salud hormonal en SHA España, el doctor Rafael Navas coincide al 100% con Moncada. "En nuestra práctica clínica utilizamos la terapia de reemplazo de testosterona, pero siempre dentro de un marco médico riguroso. Su indicación debe basarse en una evaluación individualizada, con análisis clínicos previos y seguimiento periódico. No es un tratamiento universal ni preventivo por defecto. Somos partidarios de él cuando existe una indicación médica justificada. En determinados perfiles de pacientes, puede ser una herramienta terapéutica valiosa, especialmente en el contexto de envejecimiento saludable, sarcopenia (pérdida de masa muscular), fatiga persistente o disfunciones metabólicas. Pero, como he señalado anteriormente, siempre en el contexto de un abordaje multidisciplinar y con criterios clínicos bien definidos".
Navas advierte que "su uso no controlado puede incrementar el riesgo de eventos cardiovasculares, alteraciones hepáticas, dislipidemia e incluso estimular ciertas neoplasias latentes. Por eso, insistimos en que su prescripción debe estar siempre basada en criterios médicos objetivos, con controles periódicos y bajo supervisión de profesionales cualificados".
Referente internacional en envejecimiento saludable y reconocida por tercer año consecutivo con el título de World's Best Wellness Clinic 2024, en la clínica de bienestar más premiada del mundo, en SHA consideran como candidatos ideales a someterse a este protocolo "a personas con déficits hormonales confirmados, pérdida de masa muscular o fuerza, disminución funcional asociada a la edad o ciertos trastornos metabólicos. También puede considerarse en pacientes con envejecimiento acelerado o fragilidad. No se recomienda en personas jóvenes y sanas con el único objetivo de mejorar el rendimiento físico o estético".
¿Es realmente ese elixir de juventud del que tanto se habla? "No. Aunque puede contribuir a mejorar algunos marcadores funcionales del envejecimiento —como fuerza muscular, densidad ósea o vitalidad— no hay evidencia sólida de que prolongue la vida en humanos. La idea del 'elixir de la 'juventud' es más un concepto de marketing que una realidad científica. La longevidad saludable se construye sobre pilares como alimentación, ejercicio, control del estrés y prevención médica. La terapia hormonal puede ser un complemento, no una solución aislada".
Para Alfonso Galán, director médico del Grupo Neolife, "la relación entre la testosterona y la búsqueda de la eterna juventud es directa y evidente. La testosterona no es esa hormona frívola que te hace querer más sexo y ponerte cachas. Es una hormona que afecta al cerebro, al músculo, al hueso, al sistema cardiovascular, a la piel, al estado de ánimo y a la vitalidad general. Una persona con unos niveles adecuados de testosterona tiene más fuerza, mejor tono muscular, piel más firme, mejor metabolismo, mejor función sexual, menos grasa visceral, más confianza, más energía, mejor rendimiento cognitivo... En otras palabras, más salud y más juventud. No se trata de "rejuvenecer" en el sentido superficial, sino de prevenir o revertir procesos que nos hacen mayores. Cuando ves a un paciente con testosterona baja, parece un anciano, sin importar si tiene 42 o 78 años. Y cuando le repones niveles fisiológicos, no es que parezca joven, es que vuelve a funcionar como un joven".
La bajada de testosterona "no da una señal clara e inconfundible, pero los signos están ahí para quien sabe verlos y para los que tenemos mucha experiencia en ello. En el hombre es típico el cambio de silueta: brazos y piernas que se afinan, masa muscular que se va, panza que aparece, carácter más apagado, menos motivación y peor recuperación tras el esfuerzo. En la mujer, que también tiene y necesita testosterona tanto como el hombre, lo vemos en forma de pérdida de deseo sexual, piel más flácida, caída del cabello o incluso en una bajada del rendimiento físico y anímico. Lo llamativo es que estos cambios, en la mayoría de las ocasiones, se achacan al "envejecimiento natural", cuando en realidad son signos de una deficiencia perfectamente corregible".
Lo más común, señala el doctor Bernardo Reina Burgos, especialista de Clínicas The Thest, es "notar menos deseo sexual, más cansancio de lo habitual, dificultad para concentrarse o cambios en el estado de ánimo, como irritabilidad o desánimo. También puede haber pérdida de fuerza o masa muscular, aumento de grasa abdominal y problemas para dormir bien. Eso sí, no todo se debe a la testosterona, por eso siempre hay que valorar el contexto, escuchar al paciente y hacer análisis antes de tomar decisiones".
Además del envejecimiento, ¿qué puede acelerar la disminución de testosterona? "Hay muchos factores que pueden hacer que los niveles de testosterona bajen, incluso en hombres jóvenes. El estrés crónico, el mal descanso, el sedentarismo, la obesidad, una alimentación poco saludable o el consumo excesivo de alcohol, por ejemplo, influyen mucho. A veces, simplemente cambiando ciertos hábitos ya se nota una mejora sin necesidad de tratamiento. La testosterona no es una píldora mágica, es parte de un sistema mucho más amplio".
En este sentido, el doctor Galán explica que, además de todo lo enumerado por su colega, "la exposición continuada a disruptores endocrinos ambientales (como plásticos, pesticidas, etc.) pueden mermar la producción hormonal. El eje hipotálamo-hipófiso-gonadal es extremadamente sensible y, cuando lo bombardeamos con malos hábitos, responde apagándose. Por eso, en Neolife, no hablamos solo de poner parches hormonales, sino de restaurar un estilo de vida que favorezca la producción endógena a lo máximo que podamos dar".
¿A partir de qué edad se suelen prescribir estos tratamientos? "Es bastante común que a partir de los 40 o 45 años algunos hombres empiecen a notar ciertos cambios: menos energía, menos deseo sexual, algo más de cansancio o dificultad para mantener masa muscular. En estos casos, y si los análisis confirman que hay una bajada real de testosterona, podemos valorar el inicio de una terapia. El objetivo nunca es "convertirnos en superhombres", sino ayudar a que la persona vuelva a sentirse bien consigo misma, con su cuerpo y su vitalidad, recuperando un equilibrio hormonal que ya no está funcionando como antes".
El problema, alerta el doctor Reina Burgos, viene "cuando se usa sin necesidad real o sin supervisión: ahí sí pueden aparecer riesgos, como cambios de humor, o afectar la salud de la próstata, entre otros. No se trata de estar 'enganchado', sino de tener un seguimiento médico correcto".
Con la imagen en mente de Robert Kennedy Jr haciendo dominadas en vaqueros y sin camiseta, mostrando su torso musculado más allá de los 70, Galán asegura que "cuando, gracias a la TRT, uno consigue restablecer los niveles fisiológicos de testosterona de un varón sano de 30 años, no está haciendo culturismo, ni dopándose. Está restaurando su biología. Los miedos clásicos —el cáncer de próstata, los infartos...— están completamente desmentidos por la evidencia científica actual. Lo que sí está demostrado es que la testosterona mejora la masa muscular, la salud metabólica, la función cardiovascular, el ánimo, la libido, e incluso algunos marcadores inflamatorios. No hay 'enganche' ni magia. Hay ciencia, medición, control clínico y sentido común".
Y, hablando de mediciones, ¿qué importancia científica tiene una de las que más inquieta a Bryan Johnson, el excéntrico millonario que vive entregado a la causa de vencer al envejecimiento: la del ángulo de las erecciones? "La obsesión por la biometría constante no es, en nuestra opinión, el camino. Nosotros defendemos un enfoque médico basado en la personalización y la evidencia, no en la obsesión por métricas. Bryan Johnson representa un extremo que no compartimos en muchos aspectos". Dicho esto, puntualiza, "medir las erecciones nocturnas sí tiene valor clínico. Es una herramienta para evaluar la salud vascular y hormonal del varón: si un hombre deja de tener erecciones espontáneas por la noche, probablemente hay un problema subyacente (y muchas veces se anticipa a un problema cardiovascular o un déficit hormonal). Así que, sin necesidad de convertirnos en esclavos de la tecnología, sí creemos que medir lo que importa nos ayuda a prevenir".
Para Reina Burgos, "lo que estamos viendo últimamente es un boom del 'biohacking', de gente que quiere medirlo todo para vivir más y mejor. Está bien interesarse por la salud, pero hay que encontrar un equilibrio. Tener niveles adecuados de testosterona a los 70 puede mejorar mucho la calidad de vida: más energía, mejor ánimo, vida sexual activa. Pero subirla más allá de lo fisiológico 'por si acaso' o como fórmula antienvejecimiento no tiene sentido médico y puede tener consecuencias. La clave está en personalizar, medir bien y no hacer las cosas porque están de moda, sino porque realmente hay una indicación médica clara".
Cuerpos musculados y erecciones vigorosas pasados los 60. ¿Estamos en la era de los 'adolescentes septuagenarios'? ¿Hasta qué punto puede influir este exceso de testosterona a una edad avanzada en la que ya 'no toca'? "Depende de lo que entendamos por 'exceso'. Si hablamos de personas mayores que reciben testosterona a niveles supra fisiológicos para tener más músculo o rendimiento deportivo, eso no es lo que defendemos. En nuestra clínica trabajamos para restaurar niveles fisiológicos, nunca para ir más allá de la biología humana. Y en esos niveles, no solo no hay efectos indeseables, sino que hay una mejora global de salud, vitalidad y prevención de enfermedades degenerativas. Así que, si la pregunta es: ¿puede una persona de 75 años tener la vitalidad, fuerza o función sexual de alguien 20 o 30 años más joven? La respuesta es sí. ¿Por exceso? No. Por restauración. Por medicina", concluye Galán.
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