En un perfecto español, el sargento Schnitzel (es su apodo) habla de la motivación que les lleva a combatir en un país que no es el suyo, pero con el que están alineados en su lucha. "No sólo defendemos a Ucrania, sino también al mundo libre", dice convencido. Esa motivación, y no el escaso dinero que cobran por ello, sirve para que decenas de los mejores soldados del mundo, con experiencia en Irak o Afganistán, se mantengan combatiendo aquí ya durante tres años. Muchos son ex Marines estadounidenses o militares del ejercito británico que venían a luchar unos meses. Algunos de ellos se enamoraron y han echado raíces aquí, están ya casados o comprometidos y esperan hijos. "Esa es la diferencia entre un voluntario y un mercenario. El mercenario sólo viene a ganar dinero y ellos son mucho más", dice una voluntaria ucraniana que trabaja codo con codo con los extranjeros.
La localización en la que entrena esta unidad es secreta, al igual que sus verdaderos nombres y, en muchos casos, hasta sus rostros. En sus hombros se ven parches no sólo de EEUU y la Union Jack, los más numerosos; también hay varios voluntarios de Malasia, un japonés, un francés y hasta un hombre de Azerbaiyán. Tenemos delante a una compañía del recién creado Batallón Internacional de la brigada Azov de Ucrania, una unidad de élite que integra a los mejores militares foráneos que Kiev ha sido capaz de encontrar entre todas sus unidades o bien ha podido atraer del extranjero. El filtrado es severo. Sólo unos cuantos consiguen acceder y el salario es el mismo que el que cobra el soldado de infantería de Ucrania. El que combate aquí no lo hace por dinero.
Sus uniformes, descoloridos por el uso, tienen aún barro seco en algunas zonas. A diferencia de las unidades ucranianas, ellos han incorporado sus propios parches de EEUU: "Semper fidelis», dice uno, el viejo lema de los Marines. Y otro: «Jesus is King».
La propaganda rusa lleva años hablando de los "soldados que ha enviado la OTAN a Ucrania". A diferencia de Pyongyang, que sí ordena a sus huestes luchar en esta guerra, ninguno de los socios de la Alianza ha mandado un sólo soldado a Ucrania. Lo que sí hay son voluntarios y aquí tenemos unos cuantos.
Nadie aquí confía en pactar ningún alto el fuego con Vladimir Putin. "En cualquier caso, eso es cosa de los políticos. Nosotros somos soldados y tenemos que pensar en seguir combatiendo. Claro que me gustaría que lo firmaran y que se respetara. Yo no disfruto disparando y matando. Prefiero estar en Kiev con mi novia viendo como nace mi hijo", dice Uno, un ex Marine con experiencia en Afganistán que aquí es sargento. Su apoyo, Uno, viene de su única debilidad física: sólo ve por uno de sus dos ojos.
- ¿Te sientes decepcionado por la postura de Donald Trump con respecto a Ucrania? - Yo soy un militar. No entiendo de política, pero es cierto que no entiendo lo que está haciendo Trump. Tenemos un enemigo común y siempre ha sido la Rusia de Putin.
Son acogedores. Al momento ya nos tratan como a uno más. El ejercicio que tienen que repetir varias veces es disparar con una ametralladora M249, moverse con ella y recargarla una y otra vez para ganar destreza. Nos dejan levantarla y mantenerla en posición de fuego. A los pocos segundos, los brazos comienzan a notar el cansancio por el peso. Ellos además llevan un equipo de unos 30 kilogramos encima, que incluye chaleco, al menos nueve cargadores completos, botiquín con cinco torniquetes...
La mayoría ya ha usado estas armas, pero tras tres meses de entrenamiento (ninguna unidad ucraniana selecciona tanto a su personal) han incorporado a varios novatos sin experiencia, que tienen más dificultades para cargar la cinta de balas y que luego funcione. "Esto, si te pasa en combate, estás muerto", le dice Red, sargento primero galés ya adaptado a Ucrania con un bigote cosaco. El nivel de adaptación a Ucrania lo marca el uso de los insultos: Suka (zorra) y blyat (joder) se usan aquí igual que los utilizan los soldados ucranianos.
"Llevo tanto tiempo combatiendo aquí que me considero ya más ucraniano que británico. He estado en Bajmut, en Avdivka, en Andrivka... Mi arma y yo hemos estado en todas las batallas importantes", cuenta Red. Su arma, concretamente, es una M4 de calibre OTAN cuya particularidad es que no está fabricada en Texas sino en Ucrania. Este batallón extranjero de la Brigada 12 es el primero de todo su ejército en cambiar el eterno Kalashnikov por un arma occidental. Los voluntarios disparan cintas de balas y se mueven con velocidad hacia la siguiente posición bajo la atenta mirada de los instructores. Si no lleváramos protectores auditivos el tableteo del arma nos dejaría sordos.
Aprovechamos cada parón para hablar con ellos mientras que ellos se sientan o se tumban con los ojos cerrados para intentar descansar de un entrenamiento agotador. A pesar del sonido, alguno se duerme.
Un dron cuadricóptero sobrevuela al grupo y le da a la escena el sonido real de un combate, con el aparato zumbando sobre sus cabezas. "Nosotros solemos realizar nuestros asaltos a plena luz del día, porque iguala el combate", dice Uno. "Por la noche, los drones de visión nocturna te ven a ti pero tú no les ves a ellos. Al menos de día podemos verlos y derribarlos, aunque no sea fácil".
- Después de haberlos combatido cara a cara tantas veces, ¿qué opinión tenéis del soldado ruso?
- Hay varios tipos. Los que sacaban de las cárceles se dejaban matar muy rápido y su propio ejército lo asume con normalidad. Luego están los simples reclutas, que tienen poco entrenamiento y no sobreviven demasiado tiempo. Pero luego las unidades de élite, como los paracaidistas y los Spetsnaz, tienen a gente muy bien preparada, son soldados de calidad. Nosotros percibimos enseguida si son de un tipo o de otro. Los militares experimentados disparan y se mueven, no se quedan en el mismo sitio. Si vemos que no maniobran para rodearnos, es que son novatos. En cualquier caso, yo siempre tengo un gran respeto por mis enemigos.
El discurso del respeto lo repite Uno, sin importarle si el enemigo los respeta a ellos. "En las redes sociales se da una imagen del soldado ruso como si fuera un orco estúpido. Eso es falso. No hablo de las razones que los han traído hasta aquí, pero en el campo de batalla son duros y su entrenamiento, en términos generales, no es malo".
Red revela algunas cuestiones sobre su resistencia al cautiverio. "Nosotros hemos tenido a varios rusos rodeados en una trinchera, con ninguna posibilidad de escapar. Les pedíamos que salieran con las manos en alto o les tirábamos una granada. Al no salir, comenzamos a lanzar una granada al refugio cada vez... Muchos prefieren morir así, incluso se vuelan ellos mismos en el interior antes de entregarse".
El entrenamiento se pausa para comer. En el interior de una nave destruida los soldados se sirven un rancho de una vieja marmita soviética compuesto de sopa con patatas y carne en albóndigas que en ese contexto aprobaría el mismo Ferrán Adrià. Sentados a una mesa tosca con sillas de camping, todos dejan sus armas en la pared y devoran el plato con hambre entre bromas pesadas y humor negro. "Por suerte, jamás me han herido de gravedad", dice Uno, que lleva cuatro pulseras en su muñeca derecha con los nombres grabados de "cuatro hermanos marines caídos, tres en Ucrania y uno en Afganistán". A Red también le ha respetado la suerte, pero por si acaso la marea cambia, ambos practican la carga rápida del otro, para evacuarlo al hombro pese lo que pese. Todos ellos han tenido que levantar y caminar con Marcos encima, un enorme ex Marine estadounidense que supera por mucho los 100 kilos más el pesado equipo de protección de ambos.
En la comida surgen conversaciones de misiones pasadas: Crimea, Kursk, Briansk. Algunas de ellas han sido publicadas por los servicios de información de Ucrania y otras son menos conocidas. "Cuando entramos en Briansk (Rusia), por ejemplo, les sorprendimos e hicimos 16 prisioneros", cuenta Uno.
Es evidente que se preparan para algo, pero las órdenes están por llegar. En esa unidad nadie contempla un alto el fuego, un sentimiento similar al de los civiles de Ucrania. Nadie se fía de Putin a estas alturas, pero tampoco de Trump.
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