The article centers on Chris Sharma, a celebrated climber, and his involvement in psicobloc, a unique climbing style over water. Sharma's journey into psicobloc stemmed from a desire for new challenges after reaching the pinnacle of traditional climbing. He found psicobloc invigorating and creatively fulfilling, allowing him to reconnect with the passion of the sport.
A key focus is Sharma's recent conquest of the Black Pearl route, a highly difficult psicobloc climb. The article highlights the extreme nature of psicobloc, emphasizing the risk involved and the need for specific skills in both climbing and managing the potential risks associated with water landings.
The piece also delves into Sharma's unique approach to climbing and life. He doesn't adhere to traditional training and dietary regimens, preferring to focus on his inspiration and passion for the challenge. He sees climbing not only as a sport but as a creative pursuit, expressing his artistic side in creating new routes. The challenges of balancing his family life, professional climbing career, and business ventures are also discussed.
Sharma highlights psicobloc's appeal as a liberating form of climbing. It allows for spontaneous expression without the rigid structure of traditional climbing and enables him to push his boundaries in a less structured yet equally demanding way.
Finally, the article concludes with Sharma reflecting on the internal battles and questions faced by professional climbers in maintaining passion and purpose.
La llegada del presente siglo alumbró la más precoz de las estrellas de la escalada: Chris Sharma. En 2001, este californiano de Santa Cruz escaló la vía más difícil del planeta. Tenía 22 años de edad, pertenecía a la primera generación de escaladores que se había desarrollado en rocódromos y empezó a pensar en abandonar la escalada. No compartió con nadie sus pensamientos. ”Por aquel entonces yo ya había hecho todo lo que se podía hacer en el mundo del bloque, de la competición y de la escalada deportiva. Era muy joven, así que empecé a pensar que se cerraba un ciclo en mi vida y que debía empezar a buscar otras formas de expresarme, otros alicientes. No tenía muy claro cuál era el siguiente paso. Entonces, descubrí una nueva manera de escalar, sin cuerda, sobre el mar y me abrió mucho la mente: encontré una motivación para recuperar la pasión”, explica por teléfono en perfecto castellano.
El milagro tenía nombre: psicobloc, término acuñado por el fallecido escalador mallorquín Miquel Riera, verdadero padre de una modalidad de la escalada que fascina. Hoy, Sharma es su mejor embajador, alguien empeñado en explicar al mundo por qué escalar sobre el mar supone una experiencia de auténtica libertad. Hace escasas semanas, un breve vídeo en Instagram se viralizó, enloqueció los algoritmos: era el anuncio del estreno del documental que recoge la lucha de Sharma por escalar la vía Black Pearl, una línea de enorme dificultad (podría ser 9 a+) con caída potencial al mar de 40 metros que el estadounidense afincado en Cataluña resolvió en 2023.
“El psicobloc, en conjunto, me ofrece una libertad absoluta a la hora de buscar mis propios retos, algo que la escalada deportiva clásica no tiene. Yo salgo desde el agua y escalo según mi intuición, de forma espontánea, sin normas rígidas que me obliguen a ir siguiendo una línea de seguros fijos… es algo que me conduce de nuevo a la motivación que me llevó a escalar: encontrar mi voz sin compararme con nadie, ni competir contra nadie. La escalada permite ser creativo, no es solo un deporte. Crear vías nuevas me permite explorar mi lado artístico, imaginar nuevas rutas, lograr algo que trasciende la escalada: es una interacción muy bella con la naturaleza”, explica Sharma. A sus 43 años, afirma haber aprendido a escalar mejor que nunca. También es padre de dos hijos y un empresario de éxito que gestiona una cadena de tres rocódromos ubicados en Barcelona, Madrid y Gavá: Sharma Climbing. “Me sigo considerando un profesional de la escalada, por difícil que resulte combinar todas las facetas de mi vida. El psicobloc era algo totalmente marginal dentro del mundo de la escalada, pero a mí me dio la oportunidad de encender una pasión que se agotaba y eso me permitió a su vez reconectar con la escalada deportiva de alto nivel. De hecho, llevo años probando una vía en Oliana que podría ser 9 c (la máxima dificultad jamás alcanzada). Reinventarse es algo fundamental en la escalada porque como personas vamos cambiando y también debe cambiar nuestra relación con la escalada.
Dependemos mucho de las etiquetas que nos ponemos: yo no soy solo un escalador y siempre he tenido ese diálogo interno, ese cuestionamiento de lo que soy realmente: ¿Soy escalador? ¿Algo más? ¿Sigo amando lo que hago o lo hago por inercia, por tener un cliché que me presente ante el resto como escalador?
Para escalar necesito enamorarme de un proyecto y cuando lo finalizo, me quedo vacío y pienso si merece la pena seguir o no escalando, pero creo que es bueno tener estas inquietudes porque sin inspiración no merece la pena. Todos mantenemos guerras internas. Merece la pena replantearse lo que uno hace para descubrir si somos capaces de salir de nuestra zona de confort. En ese sentido, no ir a escalar podría ser una expresión mucho más real para un escalador, que ir por inercia. Muchos temen mirar más allá porque temen no saber quiénes son si dejan de escalar”, reflexiona.
Para encadenar Black Pearl, Sharma hizo cosas insospechadas. Por la mañana dejaba a sus hijos en el colegio, conducía hasta el aeropuerto de Barcelona, volaba a Mallorca, probaba la vía y regresaba a casa a tiempo para cenar con su familia. Si escalas con cuerda y caes en una sección, puedes probarla de inmediato. Si lo haces en una vía de psicobloc, esto te obliga a partir de nuevo desde la casilla de salida, un proceso agotador. “Escalar sin cuerda sobre el mar es más extremo que hacerlo con cuerda. Primero, hay que saber cómo caer, pero también hay que entender cómo vas a salir del agua. Si no te sientes cómodo en el mar, es muy complicado: a veces el oleaje te impide escalar, otras veces te deja gestionarlo, pero necesitas conocerlo. Y siempre hay que tenerle mucho respeto al mar. Todos conocen la película Free solo y es innegable lo espectacular, sencillo y puro que es ver a Alex Honnold escalar sin cuerda. En su caso, cualquier fallo implica matarse y por eso casi nadie escala sin cuerda, pero lo bonito en el psicobloc es que puedes alcanzar ese nivel de libertad a sabiendas de que puedes equivocarte sin matarte. Y que puedes escalar a tu máximo nivel. Además, se acerca al alpinismo en el sentido de que se le añade un componente de compromiso porque te puedes hacer daño si caes mal y eso es algo que la deportiva apenas tiene”, observa.
La mayoría de los escaladores viven esclavizados por un entrenamiento planificado y una dieta milimétrica. Sharma, en su época dorada, solía comerse un bocadillo de chorizo entre cada intento a una vía, una herejía. “¡Y sigo así!”, asegura riendo. “Nunca he sido un deportista al uso, con entrenamiento planificado, dieta estricta y demás: yo veo una vía que deseo escalar y si me inspira me dedico a ella y de ahí nace la disciplina para intentarlo hasta que lo consigo. El proceso suele ser largo y doloroso, pero si logro mi objetivo enseguida me pregunto si puedo hacer algo aún más difícil. Tengo un don para escalar, pero un talento mayor para visualizar vías nuevas y unir ambas cosas es algo mágico”. En breve podría anunciar su mejor logro sobre el mar.
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