Ante las buenas palabras que parecen brotar en las últimas horas desde Estados Unidos, China se mantiene en guardia: “No se puede afirmar que se quiere llegar a un acuerdo con China mientras se aplica una presión extrema constantemente. Esa no es la forma correcta de relacionarse con China, ni funcionará”, ha asegurado este miércoles Guo Jiakun, portavoz chino de Exteriores, en una comparecencia rutinaria. Pekín no parece fiarse, de momento, del globo sonda enviado por el presidente estadounidense, Donald Trump, quien el martes aseguró que los aranceles a los bienes chinos “bajarán considerablemente, aunque no serán cero”. El Gobierno chino tampoco parece tomar muy en serio, las palabras del secretario del Tesoro, Scott Bessent, que aseguró también el martes en un evento a puerta cerrada que los gravámenes actuales son “insostenibles” y que espera una “desescalada”.
Los gestos desde la Administración de Trump, que dan a entender un cambio de estrategia dirigida a la búsqueda de un acuerdo comercial con China, han dado oxígeno a los mercados. Pero el cruce de declaraciones refleja en cualquier caso que sigue existiendo un abismo en la forma en que ambas superpotencias entienden las relaciones diplomáticas. Ante los mensajes informales desde el lado estadounidense, las autoridades chinas no parecen inmutarse, al menos de momento, y se mantienen a la espera de un gesto real desde Estados Unidos, más allá de las buenas palabras. China no se muestra dispuesta a llamar a la puerta de la Casa Blanca con el estado actual de las cosas. Y así siguen pasando los días sin que llegue el diálogo de alto nivel que podría desencallar la situación.
“Frente a la guerra arancelaria iniciada por Estados Unidos, la postura de China es clara: no deseamos pelear, pero tampoco tememos hacerlo. Si hay que luchar, lo haremos hasta el final; si se trata de dialogar, la puerta está abierta”, ha reiterado Guo, con un mensaje calcado al de intervenciones anteriores. “Si de verdad Estados Unidos quiere resolver los problemas a través del diálogo y la negociación, debe dejar de lado las amenazas y chantajes, y conversar con China sobre la base de la igualdad, el respeto y la reciprocidad”, ha zanjado.
En estos momentos, los aranceles entre las dos principales potencias económicas se mantienen en un nivel estratosférico, después del toma y daca de medidas y contramedidas de las últimas semanas: Estados Unidos grava con hasta un 145% adicional los productos chinos, y China, con un 125% adicional los estadounidenses. Los cañonazos tarifarios han supuesto un duro golpe a una de las relaciones comerciales más intensas del planeta, poniendo en pausa envíos, y elevando la presión sobre las cadenas logísticas y de valor.
El presidente chino, Xi Jinping, habló con Trump unos días antes de su investidura a finales de enero. Desde entonces, ha habido silencio a ambos lados del hilo telefónico. El mandatario chino ni siquiera ha pronunciado aún en público el nombre del país que lo atenaza con barreras a sus productos desde el recrudecimiento de la contienda a principios de abril. Se limita a hacer llamamientos genéricos.
“Las guerras comerciales y las guerras arancelarias dañan los legítimos derechos e intereses de todos los países, socavan el sistema de comercio multilateral e impactan en el orden económico mundial”, ha dicho este miércoles el líder chino —de nuevo sin mencionar a Estados Unidos— durante un encuentro en Pekín con su homólogo de Azerbaiyán, Ilham Alíyev. Sus palabras son muy similares a las pronunciadas la semana pasada durante su gira de proximidad por Vietnam, Malasia y Camboya, tres países clave en el engranaje comercial global que se disponen, igual que decenas más, a negociar reducciones de aranceles con Estados Unidos, después de la tregua arancelaria de 90 días decretada por Trump.
China es la única nación sobre la que las tasas impuestas durante el bautizado como “Día de la Liberación” siguen en vigor. Ha mantenido una posición de firmeza frente a cada andanada desde Washington, replicando con contramedidas en distintos campos, de subidas arancelarias a restricciones de minerales críticos y tierras raras, lo que puede suponer un zarpazo al sector tecnológico y militar estadounidense, que necesita de estos materiales.
El lunes, Pekín lanzó, además, una advertencia a aquellos países que decidan negociar privilegios comerciales con la Administración de Trump a costa de los intereses del gigante asiático. El Ministerio de Comercio chino denunció los intentos de Estados Unidos de intercambiar exenciones arancelarias por restricciones a los intercambios con Pekín, y aseguró que tomará represalias contra todo aquel que se preste a ese juego.
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