La incapacidad programática de la presidenta de la Comunidad de Madrid para entender lo que significa que España sea un Estado compuesto es hoy el principal problema de Alberto Núñez Feijóo para llegar a ser presidente del Gobierno de España.
La amenaza de la lideresa pop, tan castiza y tan moderna, la conocíamos desde ayer. En la Asamblea que ella instrumentaliza como su mejor plató, empleando esa astucia retórica innegable que es aplaudida por su cartel de medios de comunicación, ya avanzó que si hoy en la Conferencia de Presidentes alguno de sus homólogos usaba una lengua que no fuese el castellano, ella se iría de la sala porque el uso del pinganillo y la traducción simultánea se le indigesta y ofende la inmaculada dignidad nacionalista que ella encarna porque, como canta su copla, “Madrid es España dentro de España”. Y no defraudó. Para conseguir la máxima cuota de atención y retroalimentar la polarización que es la clave mediática de su proyección política, cumplió lo anunciado cuando se cometió el sacrilegio. Al escuchar a su homólogo vasco hablando en euskera y en catalán, Isabel Díaz Ayuso, tan digna, tan respetuosa con las instituciones, se ha levantado y plantado a los presidentes (incluidos a sus compañeros de partido en cuyas comunidades se habla algo tan tóxico como el gallego o el valenciano).
Con esa política simbólica, jaleada y hegemónica en la City del Ibex y cada vez más indescifrable lejos del Madrid DF, la presidenta de la Comunidad sabotea a conciencia las posibilidades de Feijóo como candidato a la presidencia del Gobierno. Porque Madrid es España, pero España no es solo Madrid, como se evidencia en el Congreso de los Diputados. La precaria mayoría plurinacional que salva a Pedro Sánchez se vuelve a cohesionar con gestos de esta naturaleza. O como la campaña contra la oficialización de las lenguas en el Parlamento Europeo. Cohesiona porque nos ofende a bastantes millones de españoles, cumplidoramente cotizantes, y que tenemos la enorme suerte de ser perfectamente bilingües y que entendemos el federalismo, también el de las lenguas, como el mejor instrumento para cohesionar un país mucho más complejo y rico que el que abandera hoy Isabel Díaz Ayuso. ¿Sabe que el Rey, por cierto, habla también en catalán y aparentemente no le pasa nada raro?
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