Hay mucha literatura sobre la parte sur de la espalda. Ahí está el célebre opúsculo de Quevedo titulado 'Gracias y desgracias del ojo del culo'. O aquel soneto de Verlaine y Rimbaud con el alejandrino tal vez más escatológico de la poesía universal según ... la traducción de Luis Antonio de Villena: «Es el tubo al que cae la garrapiña célica». El «ojo ciego» con el que Góngora devolvió el ataque a Quevedo es, siguiendo la semántica coprófila de aquella poesía burlesca, el «manojo de llaves». De ahí la obsesión de los sátiros por mostrarlo como una victoria. Ha dicho Trump que los países a los que está crujiendo con sus aranceles le están «besando el culo». Literalmente. Y si se analiza lo que Goytisolo llamaba «obsesión excremental», es fácil inferir que el presidente de los Estados Unidos blande su trasero como máximo trofeo de la humillación a los demás. En los montes hirsutos que rodean la gárgola trumpista quiere erguir el caudillo naranja su templo faraónico. Musk, Zuckerberg, Bezos y demás magnates próximos han dado ya la espantada ante el delirio arancelario de su faro porque el trastazo milmillonario no tiene arreglo, aunque su guía, en su permanente oda a la improvisación, haya congelado el envite para doblárselo a China. Gloria al culo que recula. Pero en mitad de ese caos comercial, tan preocupante para cualquiera que se haya leído un par de libros de historia, la frase más escandalosa de Trump no es la vacilada sobre su culo, que acaso es un arancel que impone a la buena educación y a los principios, sino esta satánica revelación: «Es un buen momento para hacerse rico». La simple sospecha de que el presidente del país desarrollado más poderoso del mundo esté haciendo negocios desde la Casa Blanca da pavor. La hipótesis es tan salvaje que podría calificarse como masacre económica. La ambición imperialista, más bolivariana que napoleónica, hunde a la democracia americana en el pozo negro.
La andanada del culo es la más anecdótica de sus catilinarias, aunque sin duda es también de las más ilustrativas. Trump tiene la pulsión de la fatuidad, es un ganador inmisericorde, necesita someter a todos para satisfacer su ansia. Eso obliga a los líderes democráticos mundiales a dormir con un ojo abierto, no precisamente el de popa, ante las ocurrencias del fanfarrón, que hoy embiste por los senderos del insulto, pero que mañana puede darnos una cornada de muerte. Trump está ensayando bravuconadas con Groenlandia, el canal de Panamá o el Golfo de México, lo que demuestra su carácter atrabiliario y altanero. Putin practica, por contra, la frialdad esteparia, la autoridad de la nieve, la callada supremacía del mal. Sangre fría con sangre caliente. Ese es el cóctel que se sirve en esta fiesta. Cuidado. Porque, como diría Quevedo, «el pedo gime, el pedo llora / el pedo es aire, el pedo es ruido / y a veces sale por un descuido». De momento lo de Trump es todo humo farolero. Pero el pasado nos enseña que en la zona donde quiere sembrar besos negros puede brotar la garrapiña célica mundial. Dicho sea sin la menor intención literaria. Límite de sesiones alcanzadas El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos. Volver a intentar Has superado el límite de sesiones Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto. Sigue navegandoArtículo solo para suscriptores
Skip the extension — just come straight here.
We’ve built a fast, permanent tool you can bookmark and use anytime.
Go To Paywall Unblock Tool