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Posiblemente haya dicho el Madrid adiós a la Liga. La diferencia que le separa del Trampas no es que sea determinante, pero el juego de ambos sí lo es. No está el Madrid desde hace tiempo para hacerle la ola. También hay, por otra parte, pequeños detalles que pueden cambiar el signo de un partido. En este caso hay dos. Uno de ellos importante: no se puede lanzar peor un penalti. Un penalti que pudo poner al Madrid por delante en el marcador. No se sabe si el partido habría cambiado por o por completo, pero lo cierto es que del posible 1-0, con el golpe psicológico que ello supondría, se pasó en un minuto al 0-1. Y ahí se vio que las estrellas no estaban a favor del Madrid. En resumidas cuentas: no se puede tirar un penalti como el que tiró Vinícius, flojo y casi por el centro. Para comer cerillas.
Se dio otra jugada en la segunda parte, poco antes del 1-2, en la que claramente se pudo comprobar que los árbitros interpretan el reglamento como les sale de las narices. El árbitro pita una falta a Endrick idéntica a la que dos minutos le hacen a Mbappé, que se quedó reclamando un penalti. Dos faltas similares. Si lo era una, lo era la otra. Posiblemente no lo fuera ninguna de ellas, pero si se pita una, hay que pitar la otra, lo diga Agamenón o su porquero.
Y dicho lo cual hay que acordarse del refrán o el dicho ese de que tanto va el cántaro a la fuente que se acaba haciendo pedazos. El Madrid lleva mucho tiempo jugando con fuego, esto es, no jugando como un equipo campeón, aunque hasta esta derrota aspiraba a tres títulos. Estaba claro que para ganar esta Liga tenía que ganar los cinco partidos pendientes hasta su viaje ahí arriba. Y de entrada ha perdido ya el primero de ellos, un partido que tenía que haber ganado por lo civil o lo criminal ante un Valencia que no ganaba en el Bernabéu desde tiempos inmemoriales. Mucho me temo que tras esta derrota no se va a contemplar el futuro en el club blanco con los mismos ojos..