El caos provocado por la errática política comercial de Donald Trump sigue mutando de forma. Este martes, el presidente de Estados Unidos ha rectificado de nuevo y ha decidido suavizar los aranceles que impone al sector del automóvil. Lo hace, además, con efectos retroactivos, rizando el rizo de la incertidumbre y la inseguridad jurídica. La rectificación de Trump se produce, además, después de que los directivos de las empresas hayan estado tratando de influir para arrancar esa concesión.

El presidente ha confirmado el nuevo giro de guion en su política comercial al dejar la Casa Blanca camino de Míchigan, donde dará un mitin para celebrar los primeros 100 días desde su regreso a la Casa Blanca. En ese periodo, Trump ha firmado más de 140 decretos, de los que aproximadamente una docena van referidos a la política comercial, la mayor parte de ellos en una rectificación o corrección de sus propias decisiones.

La Casa Blanca aún no ha publicado el decreto con la rectificación de Trump, de modo que se desconocen algunos de los detalles. Según lo que ha trascendido, el plan modificaría los aranceles del 25% sobre las importaciones de piezas de automóviles, que se espera que entren en vigor el 3 de mayo, permitiendo a los fabricantes de automóviles reclamar una compensación de hasta el 3,75% del valor de un vehículo fabricado en Estados Unidos durante un año.

El reembolso se reduciría en el segundo año hasta el 2,5% del valor del automóvil, y se eliminaría al año siguiente, en un intento por incentivar la fabricación nacional. La compensación estará disponible para los automóviles fabricados después del 3 de abril y beneficiará también a los grupos extranjeros por los coches que fabriquen en Estados Unidos.

“No queremos penalizar a los fabricantes de automóviles si no pueden encontrar componentes para sus vehículos”, ha dicho Trump, utilizando tramposamente el argumento. Los fabricantes pueden seguir encontrando los componentes y materias primas, solo que Trump les ha impuesto aranceles que los encarecen y eso hace que los coches que fabrican sean poco competitivos. Se trata de una medida de “transición”, ha dicho.

El mismo razonamiento se puede repetir en realidad para prácticamente todos los sectores de la economía, pero el presidente se dedica arbitrariamente a levantar e imponer los aranceles que quiera a su capricho, en ocasiones dependiendo del resultado de los contactos de los miembros de su equipo con directivos de las empresas, que además son donantes de Trump. El FMI advirtió de cómo esa forma de funcionar en una economía abre paso a la corrupción.

“Existe incertidumbre sobre las regulaciones comerciales, fiscales y medioambientales, y hemos sido proactivos con el Congreso y la administración”, indicó este martes la presidenta y consejera delegada de GM, Mary Barra, en su carta trimestral a los accionistas. “En nuestras conversaciones, hemos destacado la importancia de un sector manufacturero fuerte y del liderazgo estadounidense en tecnologías avanzadas. Está claro que compartimos muchos puntos en común y agradecemos el diálogo”, añade.

Tener buenos contactos con la Administración se va convirtiendo en más importante que diseñar y fabricar productos competitivos, lo que introduce distorsiones en la economía que tienen a lastrar la productividad.

Al dejar la Casa Blanca, Trump ha señalado que ha tenido también una llamada este martes con el presidente de Amazon, Jeff Bezos, después de que trascendiese que el gigante del comercio electrónico se planteaba publicar en algunos de sus productos la parte del precio debida a la subida de aranceles. La Casa Blanca prefiere que no se conozca el efecto de sus medidas y su portavoz, Karoline Leavitt, ha arremetido este martes contra Amazon en una rueda de prensa. Amazon ha descartado seguir adelante con la idea. “Ha resuelto el problema muy rápido. Es un buen tipo”, ha dicho Trump, al que el magnate lleva meses rindiendo pleitesía, especialmente desde el Washington Post.

De momento, la errática política comercial de Trump está dando unos resultados desastrosos. Las importaciones marcaron récords en el primer trimestre, ya que empresas y consumidores decidieron adelantar y acelerar sus compras al exterior por miedo a los aranceles. Con ello, el déficit comercial de Estados Unidos pulverizó todos los récords entre enero y marzo.

Numerosas empresas han rebajado o retirado sus previsiones de resultados como consecuencia de la incertidumbre y de la guerra comercial. Al tiempo, la confianza de los consumidores se ha hundido y las expectativas de inflación se han disparado. El Departamento de Comercio publicará este miércoles su primera estimación sobre la evolución del producto interior bruto (PIB) de Estados Unidos en el primer trimestre. Los economistas esperan un frenazo en seco de un crecimiento que era la envidia del mundo hasta el regreso de Trump a la Casa Blanca.

Trump rectifica de nuevo y suaviza los aranceles al sector del automóvil con efecto retroactivo | Internacional | EL PAÍS


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